capítulo 2: Oliver

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Es la tercera vez que me cambio de escuela, estoy cansado de estar yendo y viniendo de un establecimiento al otro, pero para tener que quedarme en un colegio donde la homofobia está hasta en los directivos del lugar, prefiero alejarme de esos cavernícolas.

Hoy tengo una entrevista con la directora de mi nueva escuela, ya no estoy nervioso como la primera vez que me cambié, estoy acostumbrado a hablarles de mi, mis notas de las materias y mi relación con mis compañeros.

(Spoiler: no había relación alguna)

Antes de ir para la escuela pasé por un kiosco a comprar una gaseosa, no me queda tan cerca la institución y ya estaba teniendo un poco de sed, la próxima voy a traer una botella porque esa gaseosa de menos de 30cm salió una fortuna que ni siquiera terminó con mi sed.

Tiro la lata en un contenedor al lado de la puerta de la escuela y entro, hay muchas miradas que se dirigen al desconocido que acaba de entrar, yo.

No me sentí incómodo para nada...

Parece que todos se conocen en este lugar y no me extrañaría que nadie me conociera, lógico porque no vivo por esta zona. A la única que llegó a reconocer es a Julia, que vive en el barrio donde estoy, a su lado esta un chico, quizás su novio, su amigo, su hermano,no sé, un chico.

Después de observar un poco el lugar, golpeo la puerta de la dirección y entro después de recibir la orden de 《pase》. La directora estaba sentada en su silla y el escritorio adelante de ella, me pidió que tome asiento y le conté un poco de mi vida.

—Veo que tuvo varios cambios en sus anteriores escuelas, algún motivo en especial, Señor Morris?.

Pienso un poco antes de responder pero solo niego con la cabeza. Media hora después, la mujer me da algunas hojas para completar y llevarlas mañana para poder arrancar las clases.
Le doy las gracias y salgo de la oficina para dirigirme a la salida.
Leo un poco el inicio de la inscripción y me siento en un banco que está afuera de la escuela, pongo mi nombre completo y mi número de documento.

Llego a una parte donde no entiendo, hay muchas palabras que parecen escritas por un científico que solo el podría entenderlas. Subo la vista y veo al chico que estaba al lado de julia mirándome, lo miro extrañado y se va rápido.

Incómodo...

Agarro las hojas y voy tras el, se había alejado bastante rápido e intentó llamarlo, tal vez podría ayudarme con este interrogatorio disfrazado de inscripción.

—Ey tú. Le grito.

Se detiene y da la vuelta, le hago señas para que venga hacia donde estoy y empieza a caminar para acá.
Cuando ya está frente a mi, le hablo. Se lo ve, raro.

—Hola, Me ayudas con algo que no entiendo de la inscripción?. Pregunto.

Le señalo que parte es y me dice que tenía que poner si padecía de alguna enfermedad.

Esquizofrenia, por?

Soy más boludo, pienso.

—gracias, a veces me cuesta entender las cosas. Digo. —estudias acá? Le pregunto.

El asiente con la cabeza. Tengo la necesidad de preguntarle si le gustaría que nos conociéramos ya que necesito algún amigo ahí dentro. Suena raro lo sé, pero no quiero arrancar sin conocer a nadie, es triste eso.

—Podríamos conocernos? Necesito amigos. Pregunto tímido.

—Cla, claro. Dice, parece nervioso.—yo solo tengo a mi mejor amiga, sin ella, tal vez también estaría solo.

Le digo que nos vemos mañana y me voy de ahí.
Me acuerdo que dejé la mochila en ese banco y me dirijo a buscarla, guardo las hojas dentro de la mochila y me voy  para casa.

Al pasar por la puerta de Julia, la veo sentada en una reposera de su patio, freno en la reja que cubre toda su casa y la saludo con la mano.

—Hola Oliver. Dice y sigue la vista en su celular.

—¿Te puedo preguntar algo?.

Julia asiente y me mira esperando mi pregunta.

—Me podrías pasar el número de tu amigo?. Pregunto con una sonrisa tímida.—Quedamos en hablar.

Ella se levanta y viene hacia donde yo estoy.

—¿Que amigo? Pregunta. Pareció una pregunta hipotética.

Yo sin saber el nombre, trato de describirlo.

—Ese chico que siempre está con vos.

—¿Apolo?. Pregunta.

Yo sin estar seguro de que es el, asiento y anoto el número. Le agradezco y entro a mi casa. Ese fue el mayor contacto que tuve en un día, sacando a los chicos.

Mi madre no estaba, pero parecía que no se había ido hace mucho, un vaso estaba sobre la mesa con jugo por la mitad. Apoyo la mochila en el piso y me siento en el sillón. Mi culo se hunde en el, es puro aire.

Agarro mi celular y abro WhatsApp, el número ya estaba agendado cuando lo agregué en contactos y entro al chat, el tenía una foto de perfil donde el sol le da en la cara, era el. Linda foto.

Empiezo a escribir.

—Hola, soy Oliver, hoy hablamos.

Espero un rato su respuesta que no tarda en llegar. Eso fue rápido.

—Hola Oliver. Contesta.

—Donde estás siempre?. Le pregunto.—En la escuela digo.

—Cerca del kiosco de la escuela. Escribe.

—Ok. Le digo y ahí termina la conversación. Creo que ninguno de los dos sabíamos cómo seguir la charla en el chat.

Fui a la cocina a preparar algo para comer, había pizza congelada de anoche y la llevé al microondas para calentarlas.
También preparé jugo en la botella y llevé todo a la mesa.

Cuando saco las pizzas del microondas, olvido que el plato está caliente y me quemo la mano derecha.

—Auch. Me quejo agarrando mi mano.

Apoyé enojado el plato en la mesa y fui a buscar pasta dental para ponerme sobre la mano. Cuando miro para el contenedor de basura que hay al lado del inodoro, veo un poco de papel con sangre y al lado había una navaja de una máquina de afeitar, también con sangre.

Me agacho para sacarle una foto y llamo a mi madre quien atiende al instante.

—¿hola?. Pregunta ella.

—Me dijiste que no ibas a volver a eso. Digo enojado.

—¿De que hablas, hijo?.

—De la sorpresa que te olvidaste de esconder en el baño.

—Después te explico, ahora estoy trabajando. Dice ella.

—No me vas a explicar nada, me voy con la tía a su casa. Corto la llamada y le envio un mensaje a mi tía.

Ella me dijo que siempre que pase algo con mi madre, que le avise para ir a su casa. Parece que entendió mi mensaje porque lo único que me puso fue:

—Veni.

Agarré las cosas que iba a necesitar, la mayoría era ropa y tomo un bolso que estaba guardado en el armario. Mientras el bolso se llenaba, bajé para buscar algunas tazas y vasos térmicos, tal vez no eran tan importantes, pero no los iba a dejar ahí.

Agarro un pedazo de pizza y salgo de la casa. No tengo que culpar a mi madre por lo que hace, está enferma, pero prometió no volver a hacer eso y lo hizo. Mientras salía de casa, busco en la lista de contactos al doctor de mi madre y lo llamo. Al cabo de unos segundos, atiende.

—Ella lo hizo de nuevo. Suelto sin decir hola.

—Hola, Oliver. Saluda antes de decir algo.—Contame lo que pasó.

—Volvió a tomar las navajas, seguro que las compró porque tiré todas a la basura.

—Ella está acá ahora. Suelta el doctor.

—Paseme con ella.

—Oliver. Dice mi madre al otro lado del teléfono.

—Recuperate, estaré en la casa de la tía.

Y cuelgo la llamada.

Apolo y OliverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora