Libro 2 Capitulo 30 Iniciando la Guerra

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Tu mejor maestro es tu último error.

Ralph Nader

-¯'v'¯-

Iniciando la guerra

S*M

Al llegar a casa después del más pesado y extenuante día de trabajo como no había tenido en años Mina solo necesitaba una buena taza de café para reanimarse, un abrazo de su pequeña y una ducha para caer como piedra hasta el día siguiente. Pero aunado a eso obtendría una dulce dosis de endorfinas que no esperaba.

—Pasa, pasa —Abrió su hermana Caro la puerta cuando ella apenas se disponía a colocar la llave en la perilla, sintiendo como la tomaba de la muñeca y la introducía rápidamente a la que tantos años fue su casa.

—¡¿Qué pasa?! —Preguntó Mina algo preocupada— ¿Paso algo malo? —Su voz fue tenue y tratando de sonar relajada, más al ver la sonrisa de mil watts que se dibujó en el rostro de su hermana.

—No exactamente —volvió a sonreír murmurando lo siguiente— esta tarde llego algo para ti

Mina pudo percibir esa emoción en ella que solo había cuando hablaba de algún chico guapo, pero si era algo para ella no entendía porque la emoción de su hermana. Se deshizo de todo cuanto tenía en mano mientras la veía fijamente tratando de entender su comportamiento— ¿Y por qué murmuras? si es algo para mí y llego aquí, está claro que ya todos se enteraron —sonrió con cara de lógica— ¿O acaso hay visita? —trato de esquivar a su hermana para ver si había alguien en la sala, pero esta la detuvo.

—No, no hay nadie —aseguró— ya verás porqué hablo en voz baja —volvió a susurrar mientras la tomaba de la mano— Mía está en la cocina con mamá haciendo galletas, así que apúrate —la encamino rápidamente hasta el comedor.

—Ay que te pasa Caro, deja de portarte tan misteriosa. Solo déjame ver esa dichosa entrega para poder comerme a besos a Mia —rodó sus ojos mostrando su poco interés mientras era arrastrada por su hermana hasta que llego al comedor. Su vista fue imposible no contemplar tan hermoso y radiante arreglo floral, dejándola sin aliento y palabras por un segundo.

—¡Es hermoso, verdad! —Aseguró Caro con una sonrisa enorme— Y es para ti —la codeó aventándola para que se terminara de acercar a él.

—Si —murmuró, el perfume de cada flor en ella inundaba sus sentidos. Jamás nadie le había regalado flores, mucho menos unas tan hermosas. Su cabeza retomo la conciencia preguntándose ¿Quién había mando aquel arreglo?

—Murmuraba porque mamá y yo no supimos que decirle a Mía, así que solo dijimos que era tuyo, por suerte llego cuando ella no estaba

—¿Quién lo mando? —Preguntó curiosa y seria volteando a ver a su hermana menor. Su corazón latía a mil por hora por alguna extraña razón y sus manos sudaban como una adolescente al haber recibido una flor— Seguro fue Malachite ¿verdad? —sonrió sutilmente, pero por dentro deseaba tanto que Caro respondiera un "No" era tan hermoso y perfecto que alguien común como algún paciente o conocido pudiera haberlo mandado.

—Supongo —se encogió de hombros— la tarjeta esta oculta entre las flores —señaló el lugar exacto— no íbamos a abrir la tarjeta —aseguró con una sonrisa— Vaya jamás pensé que Malachite fuera del tipo de hombres que manda flores, él se ve más del tipo de joyas —expresó su opinión— de verdad está comenzando a cansarse de esperar por ti y tu poca iniciativa

Caro tenía razón Malachite no era del tipo de hombres que daba flores a una mujer, no al menos a ella. Ella apenas insinuaba que le gustaría algo Malachite se lo compraba en obsequio por alguna injustificada razón, pero ella creía que jamás debía insinuársele a un hombre que te diera flores porque este hecho perdía todo efecto, además que en verdad solo había un hombre del que sería muy feliz de recibirlas, un hombre en el que no dejaba de soñar aun despierta.

Maldito ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora