Carmel, Indiana
Mayo de 2003Abril había pasado volando. Demasiado rápido para mi gusto. Es la segunda semana de mayo. Llevo trabajando con Harper hace una semana en la boutique. Soy algo así como su mano izquierda, ya que Judith es su derecha desde hace años y era un poco injusto quitarle el puesto.
Todo este tiempo en Indiana, aparte de tener una insoportable batalla interior, he recuperado tiempo con mi familia. Mamá se había encargado de hacer parrilladas y cenas familiares con mis abuelos y tíos. Estaban felices de verme y tanta alegría me hizo sentir bien por días, al menos.
Pero no lo suficiente.
Las vacaciones se acabaron. Y luego de tantos giros, decidí quedarme en Carmel.
Jaxon no se lo tomó para nada bien.
Se lo había dicho por mensajes y no transcurrieron ni dos segundos cuando estaba llamándome. Intentó de mil formas hacerme cambiar de opinión, pero ya no se trataba de él, sino de mí y de cuanto realmente quería quedarme en casa, con mi familia, hasta sentirme la misma Claire del día anterior a mi cumpleaños.
Llevamos, desde entonces, sin hablar siquiera por mensajes de texto. Jaxon no responde mis llamadas ni tampoco las hace.
Viajé a Nashville la semana pasada el día después de darle la noticia. Jaxon no estaba en casa y el departamento era un desastre. Sólo había querido regresar por mis cosas. Regalos, más ropa, cosas importantes. Fui con Harper, así que la idea de no verle ese día tampoco me afectó mucho. Por su bien fue definitivamente lo mejor.Supongo que fue ese detalle el que lo hizo enfurecer. Dejé una nota en la cama bajo la almohada. La escribí antes de salir de casa. Si la leyó no me dijo nada, y eso me estaba matando.
Estoy en la biblioteca con el computador mirando post sin sentido para pasar el rato. Harper me dio el día libre, pero soy tan miserable ahora que no se me ocurre qué hacer para aprovechar el día más que navegar en internet.
—Hola, cariño —mamá deja un beso en mi cabeza y apoya los brazos en el respaldar de la silla—. ¿Qué haces?
—¿Sinceramente? —la miro— Nada.
La escucho esbozar una sonrisa y apoya la barbilla en mi cabeza.
—¿Por qué no sales? —me dice— ¿No te apetece que vayamos a alguna cafetería a beber algo? Quiero panecillos —sonrío.
—La verdad no, mamá. No me apetece.
—Bien —suspira—. ¿Quieres hablar?
Sacudo la cabeza. —No tengo nada para hablar.
—Eso es mentira —me acusa—. Sé lo de Jaxon, tu hermana me lo ha dicho.
—Gracias por recordarme que no debo contarle mis problemas a Harper.
Suelta una risa. —Ya. Soy tu madre, merezco saberlo también.
—Lo sé.
Mi voz se apaga y suspiro con pesadez mientras miro mis dedos juguetear unos con los otros.
—Tenías razón, mamá —murmuro—. Ya ni siquiera llama.
El detalle de no recibir más llamadas me hacía sentir peor, pues Jax había sido el más insistente en solucionar el caos y ahora...
—Oh, Claire —me aprieta los hombros—. Probablemente me contradiga, pero quizás sólo quiere darte tu espacio. O simplemente se está acoplando a la idea de no vivir más contigo.
—Eso quiero creer.
No quiero parecer una persona que minimiza los sentimientos de los demás, pero son pocas las cosas que lastiman a Jaxon, y de esto hacerle daño, en otras circunstancias juraría que estaría al pendiente de mí. Pero ahora ya no sé quién es Jaxon Marlowe.
—Jaxon te ama. A su manera, cariño, pero lo hace.
—Sí —suspiro—. Lo sé.
Una hora más tarde estoy en mi habitación acostada en la cama mirando el cielorraso. En un impulso insoportable por tan sólo tener alguna noticia tomo mi móvil y sin meditarlo busco el número de Jaxon y lo marco.
Lo intento dos veces en vano y al marcar la tercera, cancelo la llamada y me acuesto de nuevo en la cama con el móvil sobre mi pecho.
Supongo que ahora la que debe dar espacio soy yo.
▪︎Gracias por leerme.
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Más allá de Nosotros
ChickLitA pesar de sus evidentes diferencias, una mujer idealista, inconformista, amante de la astrología y un mujeriego con gustos clásicos son amigos desde el día que se conocieron en el pasillo de la residencia universitaria. Todo va bien desde hace ocho...