U N O

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Nashville, Tennessee
Marzo de 2003

Fue en 1995 cuando descubrí una amistad en la universidad más allá de Vee, mi madre y mi hermana Harper. Y en el 2006 fue cuando mi vida se apagó. Lo mismo que soplar el fuego de una vela. Así de rápido, sin rechiste. Pero no pienso adelantarme a los hechos.

Cuando despierto el reloj marca las ocho de la mañana. Es muy temprano para estar despierta un domingo luego de embriagarme la noche anterior, pero yo no soy Jaxon, por supuesto.

Luego de cepillarme los dientes y empaparme la cara, no hago más que sentarme. En alguna otra parte del mundo alguien más despertaba con resaca ese domingo tanto como nosotros. La diferencia es que, mientras yo me encuentro a los pies de la cama con el computador leyendo el horóscopo, Jaxon sigue dormido plácida y profundamente en nuestra cama, en lo que yo le miro dormir más de lo que leo en el computador.

Nunca podré entender cómo se le puede dar tan mal el día siguiente de ir a beber. No sale de la cama, se queja todo el día, duerme para recuperar fuerzas, como si fuese una fiesta de fraternidad. A veces creo que exagera.

Qué más da, es Jaxon, pienso.

Los movimientos en la cama me sacan de mis pensamientos y sonrío al ver su mano pasar de arriba hacia abajo sobre el colchón, buscándome.

—Claire —gruñe, la voz se le amortigua por la almohada—. ¡Claire! —gruñe más fuerte.

—Pero qué pesado, estoy aquí —le palmeo el pie y gira la cabeza hacia el otro lado de la cama, en el que yo me encuentro precisamente—. Buenos días.

—¿Buenos días? ¿Qué tiene de buenos? —se gira para quedar boca arriba. Me río— ¡Jesús! ¿Qué hora es?

—Ocho y media.

—¿Ocho y media? —chilla— ¡No! —se restriega el rostro con las manos. Vuelvo a reír.

Dejo el computador a un lado y gateo hasta acostarme a su lado. Tiene un brazo sobre sus ojos, evitando la claridad del departamento.

—Claire —me llama—. No tuvimos sexo anoche, ¿Verdad?

—¿No lo recuerdas? —le pregunto, intentando sonar neutral.
Quisiera seguir con la broma, pero cuando aleja el brazo de su rostro y me mira tan asustado, comprendo que es momento de acabar. Me carcajeo— Estoy jugando  —lo empujo—. No ha ocurrido nada, tonto. ¿Qué dices?

Me mira un instante antes de sonreír. Luego niega con la cabeza en lo que vuelve a cubrirse los ojos.

—¿Es posible que caiga en tus bromas todavía? —hundo los hombros.

—Eso parece.

Me arrastro fuera de la cama. Tomo una muda del guardarropa y antes de caminar al baño le palmeo el pie. Gruñe.

En cuanto me encuentro sola en el baño, suelto un suspiro y aprieto los puños. Las uñas se me clavan en las palmas antes de llevármelas al cabello y atármelo. Hace, quizás, unas cinco horas atrás hemos casi tenido sexo, pero mamá suele decir que una mentira al año no hace daño.

Conozco a Jax desde hace años, y no somos simples amigos y nunca habíamos pasado la raya, ni siquiera cuando lo intentaba con tanto empeño en la universidad. Jax es mi familia. El impacto que podría traernos es casi imaginable. Simplemente, es mejor si me quedo el recuerdo para mí, en lo que él parece no recordarlo.

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