P R E F A C I O

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Todo el mundo pensaba que era culpa suya, y en cierto modo, aunque lo amase, no podía negar que tenían un poco de razón

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Todo el mundo pensaba que era culpa suya, y en cierto modo, aunque lo amase, no podía negar que tenían un poco de razón. Llevaba años al lado de la misma persona que, en algún momento, llegué a pensar que quizás era para mí; pero no siempre se podía coincidir y ser correspondida, ¿Cierto?

Ese día en específico, recuerdo que estaba dispuesta a sacar a relucir lo inmensamente inconformista y obstinada que era y luchar, una última vez, por lo que tanto amaba, pero evidentemente nada salió bien. Le grité tanto que la garganta me dolía, pero nada comparado a lo que sentía por dentro, porque nunca imaginas que la persona que amas con todo tu ser, sea quién más daño te ocasione.

Me subí al coche y golpeé el volante tantas veces que me empezó a doler una de las manos y grité, otra vez.

Su voz comenzó a llamarme, a gritar mi nombre desde la acera, pero ya estaba decidida a no verle más. No por nada le había recordado que quién estaba perdiendo era él, no yo, así que decidí irme. Arranqué el auto de mamá y comencé a conducir con la vista completamente borrosa por las lágrimas. Pero todo se salió de control. Ocurrió lo suficiente rápido como para no verlo venir y ni siquiera sentir dolor. Ya no más. Se había acabado.

Así, en cuestión de nada y por razones que casi no valían la pena, había perdido yo también.

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