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Carmel, Indiana
Diciembre de 2005

No sé exactamente cuánto tiempo llevo en la UCI. No entra luz natural y nadie aquí sabe qué hora es; supongo que es lo de menos cuando hay tantas vidas dependiendo de tu cuidado. El ruido de fondo es constante, no para. Los pitidos de las máquinas informando que todo marcha en buen camino, las entradas y salidas de las llamadas por megafonía y los murmullos de las charlas entre los médicos es lo único que se escucha.

Una de las enfermeras que me monitorea se despide de mí.

—Ha acabado mi turno. Mañana cuando vuelva espero verte aquí.

Las palabras me toman por sorpresa. ¿Ama tanto su trabajo que tiene que despedirse de sus pacientes? ¿O es que acaso le he dado lastima? Una corriente helada me estremece al comprender que se refiere a verme aquí, en la UCI, y no muerta.

—Grace, ya vete a casa —una enfermera de tez oscura se aparece, interrumpiendo las caricias de Grace en mi cabello—. Que esto no te afecte. Ella va a estar bien.

Grace asiente. Se marcha no sin antes mirarme un instante.

—No la escuches mucho, bonita. Le recuerdas a su hija. También tuvo un accidente —trago grueso cuando escucho lo que le dice a mi cuerpo moribundo—. Iré a conseguirte visitas. Quizás eso te anime un poco.

Luego de eso se marcha.

Pierdo la cuenta de cuantas veces me abren los ojos para iluminarlos con una linterna y también la cuenta de cuantas veces me examinan y monitorean mis signos vitales.

Otra enfermera luego de revisarme sale de la sala en busca de la trabajadora social. Supongo que le está informando las novedades para que pueda mantener al tanto a mi familia en lo que se les es permitido pasar a verme.

Jaxon ya no está en la sala de espera con mi familia. Y aún después de lo que ha ocurrido, de tenerme en frente luchando por quedarme, no puedo evitar preocuparme por él y olvidarme de mí. ¿A dónde ha ido? ¿Qué está haciendo?

Supongo que hay cosas que nunca cambian.

Sigo sin saber la hora, pero sé que han transcurrido muchas cuando finalmente le permiten a mi familia visitarme

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Sigo sin saber la hora, pero sé que han transcurrido muchas cuando finalmente le permiten a mi familia visitarme.

—El neurólogo le ha examinado los pulmones —les dice la trabajadora social—, es pronto para retirar el respirador, pero es un control para determinar si sus heridas internas se están estabilizando.

—Eso es una buena noticia, ¿Verdad? —pregunta mi tío Seth.

—Lo sería si fuese un hecho, pero estoy segura de que pronto lo será. Si Claire respira por si sola tómenlo como un avance. Uno muy bueno —la trabajadora revisa los papeles un segundo—. Creo que por ahora lo principal son sus contusiones cerebrales.

—¿Qué pasa con eso? —la voz preocupada de Oliver me conmueve. No me hace falta tomar su mano para saber que esta helado y sudando.

—No tenemos certeza de sus daños cerebrales hasta ahora, ni tampoco sabemos cuándo despertará o si lo hará, pero Claire está recibiendo la mejor atención —dice—. Las primeras veinticuatro horas son cruciales, por ello los doctores hacen lo que pueden.

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