D O C E

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Carmel, Indiana
Mayo de 2003

Mi reloj marca las once y diez de la noche cuando salgo del restaurante. Hoy he llegado casi quince minutos tarde, primero porque la alarma no ha sonado y luego porque me he perdido al bajar del autobús y caminar hasta el restaurante. Irónicamente mi llegada tardía divirtió a Frank más de lo que debería.

Para ser el primer día no me ha ido tan mal.

Me apeo del taxi después de pagarle cuando me deja frente al departamento. Estoy exhausta y no aguanto mis pies. Supongo que me mal acostumbré muy rápido a todo esto de no trabajar.
Cuando me dejo caer en la cama el móvil suena. Ingenuamente lo tomo pensando que es Jaxon, pero inmediatamente me siento mal cuando me decepciona ver el número de Harper.

—Hola —suspiro.

—¿Acabas de llegar? —pregunta— Yo estoy cerrando la tienda. Ha llegado nueva mercadería, así que...

—Ni me digas —me paso el brazo sobre los ojos—. Estaba llegando cuando llamaste.

—Lo siento —se ríe—. Y dime, ¿Cómo te fue? ¿Estuvo bien?

—Pues, he llegado quince minutos tarde y choqué un par de veces con mis compañeros y aun así Frank no me echó, así que... supongo que sí.

—Bueno, más te vale dejar la torpeza en casa antes de que te echen por eso —bromea—. Por cierto, ¿No necesitas algo? Creo que pasaré por el departamento.

—No, estoy bien —le digo—. ¿No quieres hacerme compañía? Creo que no me apetece dormir sola esta noche.

Anoche le dije a Jaxon sobre mi nuevo trabajo y no me ha llamado. Ni siquiera me ha enviado un mensaje de texto deseándome suerte o preguntándome cómo me fue. No debería afectarme tanto, pero lo hace.

—Le avisaré a mamá —me dice—. Estaré en quince, prepara la cena.

—¿Te molestaría traer pizza o algo? No quiero cocinar hoy —la escucho suspirar.

—De acuerdo, pizza será.

Efectivamente tengo a Harper sirviéndonos comida tailandesa, coca cola y pizza para cenar luego de llegar al departamento.
Si me sentía desanimada en cuanto ha cruzado la puerta lo he olvidado.

—¿Quieres que te acerque al Grill? —me grita desde afuera del baño y apago la ducha

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—¿Quieres que te acerque al Grill? —me grita desde afuera del baño y apago la ducha.

—No, tomaré un taxi.

—Oh, bien —hay un pequeño silencio—. Me marcho. ¡Te quiero!

—¡Yo también! —le grito de regreso.

Mientras camino hacia la parada más cercana de taxis me ato el cabello en una coleta desordenada. Esta mañana he decidido salir con diez minutos sobrantes. No estoy segura de que sirvan de algo, pero diez minutos, son diez minutos.

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