Desolar no es un desafío

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-¡Voy a por la cena! No te comas los aguacates sin mí, Eusebio.

-¡¿eeeeeh? Pero Riiiin, ya sabes lo mucho que me gustan.

-Me lo prometiste, confío en ti.

Habían pasado 11 años, Rin se dedicaba al abastecimiento de alimentos para que el resto de su familia sobreviviera, otros elfos aportaban plantas medicinales para las enfermedades o heridas, algunos de ellos tuvieron hijos con el paso de esos años y les enseñaron todo lo que aprendieron cuando eran pequeños.

Los frondosos árboles se repetían sin éxito de alimento. La elfa, mientras buscaba, se mantuvo distraída del peligro que acechaba por esos bosques. Jugaba con koalas, recogía flores y escuchaba el crujido de las hojas al caminar sobre ellas.

Hasta que divisó un fruto jugoso en la copa de un árbol. Trepó por un camino de ramas  hasta alcanzarlo viendo que el resto de árboles pertenecían a la misma especie. Agarró todos las frutas de dichos árboles aunque un pensamiento recorrió su cabeza y subió a una de las copas para intentar avistar su hogar.

La expresión alegre de su rostro se tornó a una expresión inexplicable al darse cuenta que el puente que unía el árbol con el resto de la naturaleza había sido completamente derruido y se hallaban algunos elfos colgados del árbol de manera brusca.

De inmediato, Rin bajó del tronco dirigiéndose con velocidad a su casa para buscar medicamentos y vendas, y llevárselas consigo. Las paredes estaban teñidas de rojo con algunos de los cuerpos sin vida de sus compañeros arrojados en el suelo.

Registró cada una de las habitaciones, con un arma escondida entre su ropaje, donde no ubicó a ninguno más.

Contempló sombras humanoides pero sus orejas no se asemejaban a las de un elfo, poseían una forma redondeada y aparentaban ser escasos de poder.

En silencio, Rin, repleta de recelo y con su propia autosuficiencia, asesinó a un menor número de ellos.

Desde ese día, la chica prometió no arrebatarle la vida a sangre fría a ninguna clase de ser vivo si la razón no era la conveniente.


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