El Oni Espadachín

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Tras haber escuchado aquella historia, Rin esperaba ansiosa poder proseguir con su búsqueda.

- ¿Cuando... podemos seguir? - preguntó.

- ¡Shhh! Aún no habéis visto nada. Me aseguraré de que lleguéis con vida a vuestro destino. - contestó Rendell.

- ¿Eso quiere decir que nos vas a acompañar?

-En efecto. Hasta encontrar donde poder establecerme sin problema.

- ¿Y qué pasa con la... traficante?

- ¡Os seguiré a oscuras! - contestó ésta impaciente.

Rin sonrió nerviosa.

Bubusia se quedó al lado de la elfa mirando seriamente a aquella persona que desprendía un aura siniestro y abrumador.

Tras haber hablado todo, salieron del lugar lo más deprisa posible en busca del pasado.

Mientras tanto en otro lugar, Dante buscaba a su hija y mascota algo desganado y agotado.

- ¿Dónde se metió esta niña? Desde su llegada, no he parado de moverme de un lugar a otro.

Se quedó pensando por un instante.

- Casarse con su tío... ¿En qué demonios estaba pensando?

- Eso es algo que hacéis vosotros, ¿verdad? -respondió una voz misteriosa.

El albino se puso alerta al detectar una voz desconocida.

- ¿Buscas a alguien o algo?

A lo más profundo y oscuro del lugar se podía divisar una sombra oscura.

Valientemente, Dante se acercó.

- No te tengo miedo, ven aquí y muéstrate.

Al salir, se podía apreciar una criatura inhumana: un Oni (demonio japonés).

Pero su aspecto no parecía aterrador.
Su piel era pálida como la nieve y sus ojos eran de un tono rosáceo y anaranjado cuál atardecer.
Portaba un par de katanas a su espalda.

- ¿Me contestarías ya la pregunta? - dijo el Oni.

- ¿Por qué debo confiar en tí?

- Puedo asesinarte cruelmente si así lo deseas.

- Soy inmortal, sería un duro trabajo para ti.

- Podría intentar matar a Ponyo.

- ¿La conoces?

- Sí, hace tiempo me pidió formar parte de su patética familia. Nunca salen de ahí, es aburrido.

El Oni se puso a pensar.

- Tu perteneces a esa familia, ¿qué haces aquí afuera? - preguntó.

- Estoy buscando a mi hija. Se fue hace unos días sin avisar y... cuando la encuentre la voy a castigar.
¿¡Cómo se puede ir así sabiendo que tengo muchas cosas que hacer!?

- ¿Ahora tienes una hija?~ - sonrió coqueto e interesado.

Dante alzó su vista hacia él.

- Como le toques un pelo no volverás a ver la luz del sol.

- Tranquilo~ -rió- se ve que eres demasiado protector.

- No lo era, hasta que me di cuenta que todos la miran de cierta forma.

- Entonces seguro que es muy guapa. Déjame ir contigo, estás solo y todos estos sitios son peligrosos.

- Ni siquiera sé tu nombre - Dante se cruzó de brazos.

- Tengo muchos nombres pero puedes llamarme Emiru.












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