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Al gusano Come-estrellas le gustaba comer las lucecitas de la noche, sobre todo las que sabían a vainilla.

Viajaba de galaxia en galaxia devorando cada estrella a su paso. Su cuerpo estaba repleto de las luces de las estrellas que comía y en su cabeza llevaba un sombrero con una pluma gigante de adorno.

Un día, en uno de sus viajes universales, su estómago gruñó y decidió comer lo primero que había frente a él: un mundo.

En ese mundo vivían un niño llamado Nef, con un corazón tan valiente que los leones se quedaban atrás, su mejor amiga Maya, con la sonrisa más brillante del universo, y su flojo gato Nilo.

Era de noche en su planeta cuando el gusano Come-estrellas apareció en el cielo.

Todo el mundo entro en pánico, las señoras se treparon a las mesas y los señores metieron a sus familias a las casas, pero Nef escapó, y junto a su gato y su mejor amiga, treparon hasta la última rama del árbol más grande de la ciudad.

Nilo iba temblando hecho una bolita de pelos esponjada, porque le tenía terror a todas las cosas que comían estrellas, bajo el brazo de Nef, mientras los dos pequeños brincaban hasta la última rama.

-¡Detente! -le grito Nef al gusano que ya estaba abriendo grande su boca para comerse al mundo. El gusano no le hizo caso porque no alcanzó a escucharlo, y justo cuando estaba a punto de cerrar su boca...

-¡Espera! -gritó en un maullido asustado Nilo y el gusano Come-estrellas se detuvo al escucharlo- No puedes comer nuestro mundo -dijo el pequeño gatito con el maullido tembloroso.

-¿Por qué no?

Nilo se quedó un momento en silencio pensando la respuesta, pues de él dependía el mundo. Sus pelitos naranjas se crispaban mientras la valentía iba creciendo en su corazón.

-¡Porque hay gente viviendo aquí! No puedes comer gente solo porque sí...

-Pero... ¡Tengo hambre, tengo que alimentarme ya!

-¿Y qué pasará con los que vivimos aquí?

-¡Me los comeré también!

-No puedes comernos, ¡Por favor, no lo hagas! -gritó Maya para hacerse escuchar hasta el gusano.

-¡Tengo hambre! -insistió el gusano mientras su estomagó gruñía y volvía a tratar de comerse el mundo.

-¡Espera! -Gritó Nef y el gusano volvió a alejarse para verlo con atención-. No puedes comernos solo porque tienes hambre, ¡tienes que esperar! ¿Qué te va a pasar si esperas un poco a comer algo que en verdad te guste en lugar de un feo mundo?

-Me dará más hambre...

-Pero... Si esperas y vas a buscar algo más podremos hacernos tus amigos... -añadió tembloroso Nilo.

-Espera, ¿A ti qué te gusta comer? ¡Tal vez tengamos algo aquí para compartirte...!

-Como estrellas. Por eso tengo luces en mi cuerpo.

-¡Nosotros tenemos una fábrica de estrellas! ¡Podemos hacerte una del sabor que quieras!

-No te creo - dijo el gusano cuando su estómago volvió a gruñir más fuerte, su hambre aumentaba y su paciencia acababa.

-Es verdad, dinos qué estrellas te gustan y te haremos de las que más te gusten y las que quieras.

-Las de vainilla...

El Gusano Come-estrellas esperó mientras Nef, Nilo y Maya bajaron del árbol y corrieron con sus padres para pedir una orden de estrellas grandes de vainilla y al terminarlas se las dieron al gusano.

El gusano comió feliz todas las estrellas que con paciencia pidió y se hizo amigo de todos los que en ese mundo vivían.

Ahora come todos los cometas que quieren dañar a sus amigos y las estrellas que ellos le hacen a él. Los habitantes del mundo de Nef, Nilo y Maya son felices con las historias que el gusano les cuenta de otros universos y el gusano es feliz con su nueva compañía.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

365Donde viven las historias. Descúbrelo ahora