El lobo feroz me encontró en el camino y se sorprendió de verme. Tal vez ver una princesa con sus vestidos pegados a las costillas y sus ojos arrancados por la desesperación de llorar no era algo que fuera común para él.
Me preguntó por su caperucita cuando miró mi capa roja y le dije que no se preocupara, que eso solo era una sábana con la que había intentado detener el sangrado del dragón antes de que el príncipe, frente a mí, lo matara.
Una lastima que la cabeza de ese falso caballero se viera mejor en una placa sobre la chimenea que viéndome despertar cada día en la mañana con una nueva sonrisa. Ahora me arrepentía de haber acabado con su estereotipada existencia, me hacía falta compañía en el bar de mala muerte en el que se había convertido mi ya no tan abandonado castillo.
Le di un pase al colmilludo y le guiñé el ojo antes de irme. Tal vez si dejaba de buscar ancianas para llamar la atención de su niña adorada podría saber que mis huesos no sabían tan mal después de unas cuantas copas de vinos.
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RandomGusanos que comen estrellas, ángeles que se disfrazan de demonios por miedo, mundos alternos, otoños que extrañan, primaveras que recuerdan, un par de canciones y más divagues en esta recopilación de relatos y poemas míos. Pasa y lee, no te arrepent...