La luna en el cielo teñía su blanca plata con la sangre en la tierra.
De pronto la vi a ella, bajando del cielo con sus grandes alas de fuego, incendiando las nubes y calentando los átomos a su alrededor.
Los arboles comenzaron a brillar como nunca. El agua de sus raíces producía un zumbido que ponía los nervios de punta.
Los cadáveres a nuestro alrededor se deshacían como si fueran ceniza, su polvo llevado como plumas por el suave viento que ululaba en las copas de los árboles.
Un sonido de trueno retumbo en aquel valle cuando ella apoyo sus pies en la tierra.
Cada paso que daba causaba un eco en aquel laberinto de montañas.
Di un paso atrás, pisando una mano viscosa sin quererlo, que me hizo brincar del asco.
Ella sonrió, elevando sus labios de galaxia y permitiendo ver su blanca dentadura.
Sus ojos dorados centelleaban, como si fueran oro fundido.
Agarre la mano temblorosa de mi acompañante, trague saliva al ver que no había escapatoria.
Ella lamió sus labios con su lengua carmín y sonrió lentamente.
Se detuvo a unos pasos de nosotros.
Su vestido blanco, manchado con sangre, ondulaba lentamente con el suave viento que arrastraba las hojas y la sangre en polvo de los cadáveres.
Subió sus ojos a los míos.
En su mirada se veía un toque de locura y misterio que me llamó la atención, y por lo que tampoco pude retirarle la mirada.
Sus brazos y su cuello estaban repletos de extraños lunares que brillaban y de coloridos tatuajes.
Su cabello rojo comenzó a flotar detrás de ella, y un montón de hojas secas de los árboles formaron una corona alta en él.
El fuego de sus alas contrastaba con el brillo azul de los troncos de los árboles, irradiaba un tibio calor.
Movió su cabeza de un lado a otro, lentamente, como si fuera una cobra hipnotizada por el sonido de una flauta.
Sus manos se crisparon y todos los cuerpos de aquel valle comenzaron a desmoronarse, comenzó a elevar sus manos y todo aquel polvo de cadáver subió al cielo, atravesando las nubes, y fundiéndose con las estrellas de mas arriba.
Me miró una última vez, con sus ojos fulgurantes, y comenzó a elevarse, sin siquiera aletear, hasta que desapareció detrás de esa nube de tormenta.
Acto seguido, llovió como si el cielo planeara inundar el planeta entero y nosotros escapamos de ese lugar.
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RandomGusanos que comen estrellas, ángeles que se disfrazan de demonios por miedo, mundos alternos, otoños que extrañan, primaveras que recuerdan, un par de canciones y más divagues en esta recopilación de relatos y poemas míos. Pasa y lee, no te arrepent...