18.

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Cuando la conocí, ella bailaba con la alegría.

La adoré desde el principio por esa razón. No tenía en su rostro ningún rastro de tristeza, siempre se adornaba con una sonrisa de estrellas e iluminaba todo a su alrededor.

Curiosamente, de todas formas siempre andaba sola.

Caminaba agachada entre la gente, protegiendo sus alas entre sus brazos.

Tenía las alas mas hermosas que había visto en mi vida, estaban repletas de colores y cada vez que aleteaba sonaba como si fueran risas.

Ella era un ángel, o tal vez me equivoco, tal vez era un demonio, el fuego que siempre tenía dentro de ella no podría venir del cielo.

En fin, era un ángel, bueno o malo no me importa.

Sus hermosas alas siempre iban cubriendola de la lluvia, mientras ella se bamboleaba bailando una canción imaginaria.

Curiosamente era muy arisca. Acercarse a ella era como volverse un caballero de brillante armadura, que atraviesa un bosque lleno de peligros sólo para llegar a ella.

Recuerdo la vez que logré salir de ese bosque. Frente a mi había un gran castillo, repleto de tanto silencio que me preocupe de que estuviera muerta.

Toque a las puertas con nerviosismo, había llegado por fin.

Escuché pasos metálicos detrás y un caballero de brillante armadura me abrió la puerta.

Sentí mi corazón romperse, ya había llegado alguien más hasta ella. Fue en ese momento en el que el caballero se quitó su casco y vi su hermoso rostro.

Era ella.

Cada movimiento dentro de esa armadura la lastimaba, pero prefería quedarse dentro de ella porque al menos así el mundo era el que no la lastimaba.

Aún así soltó su espada y con miedo se quitó su armadura, revelando un cuerpo repleto de cicatrices.

Saber que alguien podría hacerle daño a alguien como ella destrozo mi corazón.

Recuerdo haberme dado cuenta en ese momento del miedo que tenía en su oscura mirada, recuerdo que en esos bellos ojos se reflejaba todo el pavor que tenía de que yo la lastimará.

La abracé fuerte y permití que llorará. Empapó mi camisa con sus lágrimas, tal vez ella había coleccionado cada gota de todas esas veces que bailaba bajo la lluvia.

Supe que necesitaba mi ayuda, así que le tomé entre mis brazos y me quede a vivir con ella en ese castillo.

Cure sus heridas con paciencia y cuando estuvo lista la tome entre mis brazos, tome su espada y juntos atravesamos aquel bosque que ella había plantado para protegerse. Pero ahora ya no debía hacerlo, ya nadie le haría daño.

Salimos de aquel bosque, ella como una reina y yo como su caballero.

Ahora ese ángel temeroso que veía desde lejos, va tomada de mi mano, con sus alas extendidas, cargando el fuego del bosque que la protegía y con él tibiando todo a su alrededor.

Ahora ella es el sol de mi mundo, y yo el único planeta que la orbita.

365Donde viven las historias. Descúbrelo ahora