El camino de hojas y ramas sonando en su pisar por sus botas, la mochila a su espalda y el estuche de un telescopio bajo su brazo, la chica de pantalones oscuros, una blusa de tirantes por dentro de una camisa de mangas largas remangadas hasta los codos, su cabello castaño hasta la cintura y un collar de estrella y luna. Ella vaga tranquila saliendo del bosque y tomando el camino de tierra de vuelta al poblado de Greenbell directo hasta su casa que colinda con el bosque. Traspasa la cerca de madera y entra por la puerta trasera al lado del garaje, quita su gorra con orejeras y sube con entusiasmo por los escalones, al menos eso pretendía cuando a medio camino de las escaleras su madre le habla.
—Aurora —la joven se detuvo sonriendo traviesamente inocente regresando sus pasos abajo y ver de esa manera a su progenitora, quien puso sus brazos cruzados y le reprende con la mirada.
—Hola ma —ella se para frente a ella con mirada tierna para disolver la mueca de su madre—. Salí arriba un rato.
—Sé bien que lo hiciste, es por lo que siempre te empeñas en desobedecer.
—Es lo único que desobedezco —musitó moviéndose un poco sin dejar de sonreír, causando en su madre un entrecierro de sus ojos marrones—. Vamos mamá, sabes que me encanta ver las estrellas, además no soy una niña.
—Exacto, tienes veinte años, casi veintiuno, y no tomas conciencia de lo que haces. Sabes que en esta temporada los osos salen de su territorio.
—Falta todavía un par de semanas —se defendió mirando que su madre frota su frente con frustración—. Perdón mamá, prometo ser muy cuidadosa.
—Aurora, por favor deja de hacer esto —la mujer de bata rosa pastel se acercó a tomar la mano de su hija, sus ojos entristecidos afligen el corazón de la joven que se esfuerza en mantener su sonrisa pequeña.
—Entiendo ma, perdón.
—Gracias. Ahora ve a dormir, ¿si?
La chica asintió subiendo nuevamente las escaleras doblando a la izquierda hasta llegar a la puerta del fondo, sin embargo no la abrió, sus ojos miran atrás, a la entrada roja cerrada que le causa tristeza, ella regresa a lo que estaba haciendo, entra a su dormitorio de lila en las paredes y un techo con figuras luminosas de estrellas, lunas y soles. Aurora pone su telescopio en su escritorio y su mochila en el piso cerca de la pata de la cama, se quita las botas que llegan a media pantorrilla y la camisa de mangas, termina por acostarse en su cama, admira ese techo con el que recuerda las risas de quien le ayudó a colocarlas ahí y una lágrima que luego se dividieron en más, ahora recorren los lados de sus ojos, sonríe con nostalgia por esos bellos y apreciados recuerdos, y con ellos, aunque estén pintados un poco con tristeza, le ayudan a dormir con cierta calma.
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Su sueño se hace liviano, está despertando renegando de tener que hacerlo y no quedarse con su fiel amante, su cama siempre la incita a no apartarse de su lado.
Estira su mano con dificultad para alcanzar su teléfono que está en la mesita, observa la hora y de un pestañazo se levanta abruptica.—Carajo, carajo, carajo —maldice quitando su blusa, se cuestiona si debería cambiar su sujetador mientras se mueve indecisa—. ¡Mierda! —abre el primer cajón y saca de él ropa interior limpia con la que corre al baño a reemplazar la que trae puesta, opta por usar el mismo pantalón y solo usar una camiseta de hombre.
Corre a la cocina donde su madre y padre desayunan, ambos bebiendo su café negro. Aurora toma una rebanada de pan tostado al que le unta con salvajismo una considerable porción de mantequilla de maní, y arrebata por un momento la taza humeante de su padre antes de que le dé otro sorbo, él alza ambas cejas con resignación ante el robo de su porción, luego la taza es dejada casi vacía antes de tomar su desayuno y correr con él y la mochila en su hombro.
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Desde las estrellas
Science FictionAurora Jones es una joven universitaria que vive tranquilamente en su pueblo en el que gusta de observar las estrellas con su telescopio en el bosque, sin embargo su vida toma un giro cuando una noche se encuentra en riesgo de ataque de un oso que s...