Aurora siente una gran carga de información perforándole la cabeza, analizarla le provoca jaquecas y agobio al intentar procesarla con calma, algo de lo que ha estado segura por años ahora viene a decirle que no es así, que hay más de lo que su propia apariencia figura ser. Mira a sus padres que no fueron honestos con ella, a los agentes que solo observan y, a los nievmanos que afloran su angustia, en especial al ver al pelinegro de piel canela, que agacha la vista con un toque de pena y se tensa por el constante mirar de la joven, entonces se da cuenta de algo, y no es el único en sentirlo, al menos los suyos lo sienten más que ninguno.
—Hija —la mujer intenta acercarse, mas la chica se aleja abrazada a sí misma—. Aurora, comprende, no queríamos que tú te vieras envuelta en esto.
La castaña camina agitada, renegando al sentirse ofendida, trata de calmarse pensando en la situación de sus padres, no quiere juzgar a su madre al pensar en la historia con el rey de su mundo, y mientras más piensa en su propia vida, más dudas le surgen. Recuerda ese lenguaje que creía de gemelos.
—¿Arthur sabía de esto? —la voz es baja, pero es suficiente para ser escuchada.
Se voltea a ver a su madre, lleva la mano a querer acariciar su collar, pero no lo encuentra y recuerda que se lo dio a su pareja, con quien cruza unos breves instantes sus miradas. La reina los observa, sonríe entristecida por el hecho de lo que significan esos gestos compartidos, sin embargo no dice nada, y decide contestar las preguntas de su hija.
—Sí, lo sabía —captura otra vez la atención de la joven.
—¿Por qué solo él?
—Porque tu hermano desarrolló más su legado nievmano, su organismo fue más activo, no tiene una transformación, pero conservó los rasgos de fuerza y agilidad de nuestra especie.
—Éramos gemelos, ¿yo no era igual?
La madre niega con gentileza dando un paso hacia ella, mas la joven sigue reacia aún, y los osos incluso velan por su decisión.
Gaia suspira sin retirar la sonrisa, piensa en que tal vez era cuestión de tiempo para ver lo que ahora se manifiesta en su hija.—Tú eres más pasiva, tu organismo era como un volcán durmiente —vira la vista atrás, al muchacho de piel canela que no deja de clavar los orbes grises en la hija—. El doctor Max sabe sobre nosotros.
Los ojos de la muchacha casi saltaron de sus cuentas a la mención del médico, pues se le explica que era uno de los que trabajaban en la base antártica y que fue enviado al pueblo para servir a la reina, al principio fue exclusivo con ella, pero después ejerció su vocación para con todo el lugar. Como deseaban mantener el secreto a la chica, se hizo una historia falsa de una cirugía a Aurora para monitorear el estado del organismo para verificar cualquier cambio, en caso de que despertase algo en ella. A la joven, esos secretos que se le revelan le hacen pensar que a cada momento algo más va a surgir.
—¿Entonces qué soy? ¿Humana? ¿Alienígena? ¡¿Qué?! —exclama frustrada encarando a su madre, ante eso, los osos gruñen, y los interiores de los seres se perturban sintiendo la irritación de la princesa.
Aurora se sorprende, siente algo distinto emanar de ella que le hace verse las manos con confusión, nada cambia en el exterior, pero en sus adentros es diferente. Un volcán durmiente que despertó. Si bien no es nada drástico, sí es suficiente para hacerse notar.
En Nievma, el que se procure el linaje en los reyes no es por simple política, sino que buscan preservar la línea de sangre real, dado que la progenie se caracteriza por la autoridad de su voluntad. Puede hacer que una orden sea difícil de desobedecer, y eso le pasa a Aurora, pero en su caso, algo lo desencadenó. El haber sentido la perturbación de la atracción con Heka activó lo que en ella había, eso fue lo que se reveló en los resultados médicos de Aurora.
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Desde las estrellas
Science FictionAurora Jones es una joven universitaria que vive tranquilamente en su pueblo en el que gusta de observar las estrellas con su telescopio en el bosque, sin embargo su vida toma un giro cuando una noche se encuentra en riesgo de ataque de un oso que s...