La sala médica yace entre pequeñas risillas de un par de amantes acostados en la misma camilla. Se mantienen abrazados y se regalan leves y cortos besos tiernos, no dejan de tomarse las manos, se empujan y jalan juguetones o simplemente se quedan quietos admirándose entre ellos con miradas cargadas de terneza.
Ríen porque su criatura blanca camina entre ellos haciendo que le miren con gracia porque su pequeña nariz la mueve. Heka ve a la chica que ilumina su interior con su expresión alegre, y por eso se sincera un poco más contándole sobre su proyecto de tener un hábitat para animales terrestres.
—¿Cómo es que los llevaste?
—Empecé llevándome un pingüino la primera vez que vine. La nave no estaba adaptada —arrugó el entrecejo con cierta pena recordando lo que pasó cuando fue a abrir la tapa de la caja donde lo metió, a escondidas.
—Murió —dijo con lástima, el contrario asintió.
—Veníamos periódicamente aquí, en tu mundo cada cuatro meses al principio. Veníamos por la reina.
—¿Cuál reina? —preguntó sorprendida ante el comentario.
Heka contó sobre la emperatriz de su mundo, que había decidido vivir aquí por una cuestión personal que el hombre no quiso revelar por ahora. Para explicar mejor su conexión con la monarca, tuvo que revelar, con aflicción y pesar, su pasado y la pena que se le incrusta en su corazón. Le contó sobre su tribu, su hermana, y la historia que le llevó al día que finalmente tuvieron un poco de paz. Su amigo estaba muriendo, y él estaba a punto de desfallecer. Habían abandonado la zona vacía hacia muchos metros, pero no encontraban comida o presa fácil de atrapar dada su condición débil. Júpiter agonizaba por alimento y Heka se culpaba por no poder hacer nada por ambos, sin embargo, siguió arrastrándole para llegar a alguna parte.
No supo a quién o a qué darle las gracias que sentía en ese momento cuando a lo lejos visualizó una caravana de su gente llevando algo flotando. Repetía una y otra vez a su amigo que estarían bien, mientras intentaba también alzar su débil voz para pedir ayuda.
Entre esos seres que se alejaban llevándose su esperanza de vivir, uno tuvo la corazonada de voltear atrás. Miró a un muchacho de túnica desgarrada casi a punto de hacerse harapo, jalando a otro que estaba inconsciente, pero que pronto el que ayudaba entro en shock, pues de rodillas cayó y después su cuerpo se desplomó. Lo último que alcanzó a ver fue una enorme figura de piel azul oscuro como la noche al igual que sus ojos con destellos.
—Uyao elbiw yaok (Estarás bien) —eso fue lo último que escuchó cuando fue tomado en brazos junto a su hermano de alma y llevado a estar a salvo.
Lo siguiente que supo fue solo cuando despertó en una cama, arropado y en un espacio demasiado limpio. Encima logró ver paneles de luces, que más tarde supo que eran lo que les da luz como si fuera parte del sol. Vio a su amigo sentado al lado comiendo de una mesa, que tan pronto notó que él estaba consciente dejó lo que hacía para regalarle la sonrisa más rejuvenecida y fresca que haya visto antes. Primero obtuvo el agradecimiento por haber sido su salvador, luego tuvo confusión cuando el joven de piel blanca empezó a hablar de cosas que no comprendía. Cosas como que estaban en una ciudad hecha de metal y transportes voladores, gente que no tiene que vivir a base de una supervivencia extrema, y que cultivan y crían ganado sin el problema que su tribu pasaba para generar una buena cosecha.
—Ehs idas ginogkab thiw ihm, ehyt alfet ewf estimnu aog, isto nis elbhuods glon (Ella dijo que iba a volver con él, se fueron hace unos minutos, así que no deben de tardar) —mencionó compartiéndole una fruta redonda, de color rojo opaco y textura blanda y gelatinosa—. Usdeici ¿ghit? (Deliciosa ¿verdad?)
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Desde las estrellas
Science FictionAurora Jones es una joven universitaria que vive tranquilamente en su pueblo en el que gusta de observar las estrellas con su telescopio en el bosque, sin embargo su vida toma un giro cuando una noche se encuentra en riesgo de ataque de un oso que s...