Capítulo 22: Confiar II

44 8 54
                                    

La suela de los zapatos caros y bien lustrados hacen eco en el piso de metal de la oficina repleta de papeles por casi cualquier lado, ya sea sobre la mesa, pegadas en las paredes, sobre el sofá, y hasta en el suelo yacen algunas. El hombre de cabello chocolate maldice por lo bajo dada la actitud de su colega, viejo amigo y jefe.

—No deberías ser así de confiado —reprocha Wilson caminando de lado a lado con las manos a la espalda—. Ni tan desordenado.

—No está desordenado —dice sin ánimos tomando una lata de bebida energizante.

—¡Esto es un desastre!

—Para ti —se burla estirando su cuerpo mientras se levanta—. Sé dónde y qué es cada cosa.

—¿En serio? —detiene su andada cruzándose de brazos.

—Claro —señala con una sonrisa a las hojas sobre el sofá—, esos son los reportes sobre nuestro prototipo de sistema de comunicación, aquellos sobre el nuevo sistema de reconocimiento para lectura corporal, y allá…

—Eso no —resopló frotando sus ojos con irritación antes de posar la mirada juzgadora sobre el sonriente y cansado hombre—. Eso de que el espécimen haya ido a ponerse en bandeja de plata a los militares, dejar que tenga una relación sentimental con esa niña, y que dejemos libre al otro confiando en que será más dócil que el que teníamos.

—¿Desde cuándo tenemos cámaras en las habitaciones? —cuestiona tratando de recordar si pidió eso cuando construyó el lugar.

—De todo lo que se nos está saliendo de control ¿eso es lo que te preocupa? —frunció el ceño observando inquisitivo a su amigo. Al ver que la sonrisa se le dibujaba de nuevo suspiró para llevar calma a su interior— Las mandé a instalar cuando ese monstruo llegó.

—Que las quiten —regresaba a su escritorio, pero se detiene antes de sentarse—. Y que borren esas grabaciones —ordenó serio haciendo al contrario sorprenderse y reír por esa repentina molestia que dejó salir—. Hablo en serio Barry, que las eliminen.

—¿No crees que será una excelente forma de investigación? —sonrió malicioso y rió alto.

—Nada de bromas y menos de esas. Que las borren y punto.

Barry Wilson resopló aburrido asintiendo para así salir con enfado, se posó sobre la puerta donde diversos empleados están compartiendo el espacio, pero cada uno tiene su propio cubículo de trabajo. A lo lejos, observa a la joven pelinegra sonriente en el teléfono de línea. Frunce el ceño con enfado para continuar su camino a su oficina de paredes de cristal por enfrente, pero con cortinas corredizas que cierra para que no le vean el semblante rabioso con el que alborota su cabello. Reniega de su amigo, reconoce que es un genio y el gran talento que tiene para liderar, pero que lo sepulta con su forma de ser infantil. Pero sobre todo reniega del personal, o de algunos, como Luna Dickens, a quien considera un estorbo después de que se desmoronara por la muerte de Arthur Jones.

Cuando le dieron la noticia se desplomó rogando perdón, maldiciéndose porque lo mató. Se había ausentado por más de seis meses de sus labores, ido a terapia en ese tiempo, y aún las toma. Muchos piensan que efectivamente tenía alguna clase de relación con el muchacho, y Barry Wilson no era la excepción al punto de pedir a su jefe que tomara la decisión de despedirla, pero jamás pasó, sólo la apoyaba y regalaba el tiempo valioso que debería estar ocupando otro que valiera la pena, era lo que él decía.

Por eso se sienta en su ordenador, para ocuparse de no perder el tiempo y especialmente, ocuparse de mantener las cosas donde él asegura deben de estar.

×~×~×~×~×

El tic en el ojo de Júpiter palpita casi con violencia desde que la agente a cargo lo ha mantenido sentado frente a ella, mientras toma una tasa de té con toda calma del mundo. El hombre de brazos cruzados y pierna temblante por el constante y cada vez más elevado nerviosismo de fastidio por la perdida de tiempo, gruñe sin preocuparse de los militares que le rodean y están preparados para vaciar sus cartuchos ante cualquier rasgo de amenaza, están en línea pegados a las paredes de la carpa, atentos a ese ser que mira hastiado a la mujer bebiendo con tranquilidad.

Desde las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora