Capítulo 30: Monstruo

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La respiración sale entrecortada y jadeante por el cansancio, las manos se esfuerzan por no ceder a soltarse de las rocas de las que se aferra. Timothy reniega de tener que subir cual escalador libre por la montaña a la que el extraterrestre ha llevado a Aurora.

—No podía ser a un colina ¿verdad? —dice extendiendo la mano a tomar una deformación de la cual se agarra y se impulsa— Tenía que ir a la cima. ¿Por qué no un valle de pasto y árboles de manzanas? En vez de un lugar alto con rocas afiladas con las que te destriparás al caer.

Refunfuña pensando que debió aprovechar las clases que su padre le pedía tomar para aprender a escalar. Qué bien le habrían servido ahora.

Logra llegar a la cima, en donde se arrastra para poder quedar de rodillas sintiendo que el aire puede traspasar a sus pulmones con facilidad. Sin embargo, las piernas le pesan y sus brazos también, ve las cortadas que las rocas le hicieron a sus manos, pero se obliga a no prestarle atención para ir cauto acercándose a aquella cueva en donde están a quienes busca. Con la poca luz que queda del día logra visualizar a ese supuesto humano estar sentado recostado de la pared de piedra, y un poco más lejos ve a Aurora inconsciente en el suelo.

Timothy se esconde revisando su teléfono, notando que no tiene señal alguna para marcar al agente ni a nadie, sólo puede rezar por que sea encontrado o al menos tener una oportunidad para llevarse a la chica.

Pero antes de eso, apenas unas horas antes de que la búsqueda se lleve a cabo alrededor del área en la cual se rastreó por última vez el paradero del joven Becklan, Heka estaba dentro de la cueva donde se escondía su enemigo.
Él y su amigo junto a la agente Snovak y los militares, quedaron asqueados de haber encontrado los pocos restos de esos cazadores desaparecidos, esperan al menos identificar a todos con la sangre y lo que quedó. También aseguraron la nave y lo que portaba en su interior, y aunque era en cierta forma un logro, lo peor todavía no venía, no lo sabrían hasta el día siguiente.

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La sensación de pesadez y el dolor de cabeza hacen a Aurora abrir sus ojos con somnolencia, la confusión se atisba con no saber cuánto tiempo estuvo dormida cuando la penumbra apenas es cortada por la luz de la luna, la cual solo se aglomera en la entrada de la cueva, sin embargo puede ver a la parte de la figura que toca, a la pierna y brazo, el resto está inmerso en las sombras, pero que es capaz de notar la bestialidad de su forma original, en especial cuando esos ojos blancos se asoman en la oscuridad y la miran fijamente.

No obstante, la criatura desvía la atención de ella, una luz verde se enciende de su muñeca mostrando que porta un brazalete que Aurora asocia el parecido con el que Heka lleva. Él habla, parece dar una especie información y eso a Aurora la hace palidecer y respirar rápido con consternación, a pesar de que solo oye estática en el comunicador hasta que alguien responde. Es otra voz que posee ese característico vibrado. Ambos se comunican, y la chica solo puede ser espectadora y oyente.

El ser se despide. La luz verde continúa y él la ve en sumo silencio hasta que aparta la vista para posarla en la muchacha asustada.

—¿Qué te aterra ahora cuando antes eras férrea? —los párpados femeninos se extendieron con incredulidad.

—Sabes mi idioma —musitó lo obvio por la confusión.

—Se me enseñó como parte del entrenamiento.

—¿Cuál entrenamiento? ¿Quién te lo enseñó?

—No necesitas saberlo cuando estás por morir —ríe vil por lo bajo levantándose a acercarse, pero la joven se aleja impulsándose con los pies hasta que su espalda toca la pared de roca.

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