Capítulo 42: Comunicación

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De nuevo la familia está reunida, la mañana del jueves se presenta con Arthur abrazando a su gemela en un brazo mientras que ella, deja su cabeza descansando en el acobijo del muchacho, ambos sentados en la camilla frente a sus padres que se toman de las manos. Los tres contaron la historia del despertar genético de varón, de la verdad tras la mudanza, de dónde salió el lenguaje de hermanos, y la razón por la que la muerte de Arthur se llevó a cabo. La información cae como lluvia, Aurora se mantiene estática aferrándose al calor y lo real del cuerpo de su hermano, aún temerosa de que sea un sueño. La decepción en la mirada adolorida no escapa de la atención, menos cuando se muestran en un juzgado silencioso.

—¿Es todo? —pregunta severa la chica repasando con escrutinio a todos.

—No —suspira largamente Arthur rascando la nuca, mirando con seriedad al suelo—. Yo arruiné tu primera cita con Harold porque te escuché hablando con él por teléfono, sobre ir al claro luego de estar en la heladería.

Los ojos de Aurora se abrieron con impresión de verle sonreír burlón, entreabre la boca porque la sorpresa le roba las palabras. —¿Cómo así? —solo puede formular eso.

Arthur señala a su oído con obviedad. —Tenemos el sentido auditivo más desarrollado, así que cuando estaba a punto de subir las escaleras para regresar a mi habitación, te escuché hablando casi a susurros en el teléfono de la sala.

La joven se removió penosa ante la confesión que no esperaba, recuerda cuando a los catorce años estaba haciendo planes de escaparse de la escuela, con un chico dos años mayor de otra escuela, para ir a una cita. Nunca supo cómo es que su hermano averiguó que ella fingiría ir al baño para tener la oportunidad de llegar a los portones a encontrarse con ese Harold, pero él llegó antes que ella, pues lo vio hablando con el muchacho, y al cabo de unos momentos, Harold se retiró rápidamente.

¡Oh! ¡Hermanita! —el gemelo la abrazó con alegría exagerada— ¿Ya terminaste de ir al baño? Volvamos a clases.

Arti, ¿lo conoces? ¿De qué hablaron? —preguntó fingiendo curiosidad desinteresada.

Solo alguien que buscaba indicaciones. Nada de qué preocuparse —la rodeó de los hombros regresando con ella a la escuela, dando por zanjado el asunto.

Ahora en la actualidad, Aurora entiende la razón por la que aquel chico dejó de insistir en salir con ella de una manera tan tajante, pues Arthur había hecho una convincente amenaza sobre molerlo a golpes si no se alejaba de su gemela.

—¿Pero por qué hiciste eso? —se queja Aurora negando con la cabeza.

—¿En serio creías que iba a dejar que te empezaras a comportar como una delincuente? ¿O que cometieras un error con ese muchacho? Claro que no —debate orgulloso recibiendo la mala mirada de la más baja.

—¿De qué error hablas? Solo íbamos a comer helado y a pasear.

Arthur rueda los ojos dejando escapar un suspiro irritado. —Eso creías que él quería hacer, pero no, ese tipo tenía otras intenciones. Solo procuré que mi hermanita siguiera siendo niña.

—¿Pero de qué…? Ay, no puedo contigo —lo intenta alejar, pero los fuertes brazos la hacen prisionera mientras el más alto se ríe, y los padres se sienten aliviados de que la alegría les toque otra vez. Mas Aurora deja de moverse—. Lo que hicieron, fue cruel —las sonrisas se fueron—. Me mintieron, me lastimaron.

La madre toma sus manos con fuerza, haciendo que crucen las miradas y la hija note el arrepentimiento de todos. Sonríe y pide no ser excluida de nada otra vez, que como familia desea formar parte de ella en cada aspecto de lo que significa. La promesa se hizo. No obstante, había asuntos externos que atender, como el que menciona el soldado humano al entrar a la carpa, junto a un procedente de la otra Tierra.

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