Capítulo 26: Hablar

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Un golpe en el estómago causó que el joven cayera de rodillas y se abrazase a él mismo. Tose sintiendo que todo el aire se le ha escapado por el acometido hecho con desdén, sus ojos tienen pequeñas gotas producto del dolor. Limpia con el dorso de la mano la sangre del labio roto.

—¿En serio? Te atreviste no solo a poner un pie en la empresa de mi padre, ¿sino que también lo convenciste de contratar a ese imbécil que te hace de niñera?

Jake Hanmer aprieta la mandíbula y sus puños mirando con desprecio a su viejo amigo, Nick Graby, estar respirando agitado por los golpes que le ha dado.

—Fuiste a quejarte como un niño con mi papá.

—Yo no he dicho nada —intenta levantarse, pero el contrario lo toma del cuello de su camiseta para arrinconar su espalda contra la pared de una vieja bodega.

—Te lo advertí Nick. ¡Te dije que si te veía cerca de mi familia te rompería la cara! —ladró enardecido jalándolo para arrojarlo al suelo y empezar a golpearle como podía, porque el rubio se protege con los brazos de los acometidos.

Cuando se cansó de lanzar los golpes se quitó de encima, no sin antes propinar una patada al estómago del muchacho. Jake pasa sus manos por el cabello con irritación, le ve hastiado porque el otro se esfuerza en levantarse. Se da la vuelta con intención de largarse porque le asquea la situación.

—¡No eres el único que la extraña! —espetó con dificultad reincorporando su cuerpo solo para quedar de rodillas, lo que pronunció hizo al pelinegro voltearse para fulminarlo con los ojos inyectados en ira.

—Te aconsejo que te quedes callado, imbécil —escupió sonriendo forzado apretando los puños.

—El imbécil eres tú. ¿Crees que no me dolió? Que no me duele que tu madre esté así. Para mí ella es como una segunda madre.

—¡Tanto la querías como un hijo que la quieres muerta! —regresó corriendo para zangolotearlo rabioso, lleno de furia que sus acciones se limitan a empujarlo y tirarlo— ¡Está viva! ¡Aún está viva! ¡Va a regresar! ¡Va a despertar!

Como último movimiento, obsequió un rodillazo al estómago del muchacho maltrecho. Lo dejó tan pronto cayó y se fue iracundo movilizando sus piernas de atleta para llegar a casa. Respondió grosero a los empleados que le preguntaron sobre la exaltación con un «No me molesten», dirigiéndose a la habitación de esa bella durmiente, su piel pálida casi es blanca como la nieve, ha perdido un poco el brillo en su oscurecido cabello.

Jake se arrodilla a su lado, toma su mano y llora desesperado. Suplica que despierte como lo hace cada día antes de ir a la escuela, y cada noche antes de ir a llorar hasta quedar dormido en su cuarto. Se lamenta porque la vida no es como un cuento de hadas. De niño hasta acusó a su padre de no amar a su madre porque no la hizo despertar con un beso de amor verdadero. Ya crecido entiende que esas fantasías no existen.

Y que las acciones que hagas siempre se pagan.

Mientras tanto, la pareja reconciliada yace entre besos y caricias en el sótano. Heka hizo a Aurora sentarse en la mesa donde planchaba y ahora la mantiene unida a él siendo posesivo, ella no es diferente, menos cuando lo retiene con las piernas rodeándole. Había quitado la camisa de él para no tener nada que le estorbara a sus manos. Heka emite su gruñido manteniéndolo en el pecho, ahora es él quien retira la prenda de la chica para llevarla a tumbarse en la mesa, recorriendo la piel siendo delicado, como si tuviera lo más frágil del mundo en sus manos, logrando que ella arquee la espalda por el tacto masculino y jadee con deleite.

El hombre se divierte atacando su cuello mientras una de sus manos amasa uno de sus senos, con el otro brazo la mantiene prisionera habiendo capturado la cintura. Los dos se están sumergiendo en la pasión de sus deseos. Al menos hasta que el timbre de la casa suena.

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