Capítulo 29: Los caballeros

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El pequeño pelirrojo camina feliz comiendo su paleta de helado al lado de la joven que se lo compró, charla amigable contando las vacaciones que pasaron él y su familia el año pasado, Aurora escucha al menor riendo por las anécdotas que le hacen emocionarse y el niño da la vuelta caminando para atrás.

—Ten cuidado, no vayas a caerte —advierte la castaña sonriendo.

—No lo haré, soy un experto —se jacta el niño levantando la paleta en son de victoria, pero pronto se queja cuando choca con algo haciendo que suelte su golosina, o mejor dicho, alguien, que detiene de caer al muchachito tomándole de la mochila—. Lo siento —dice apenado con los brazos colgando casi tocando el piso.

Aurora se aproxima a ayudarlo a reincorporarse. —Muchas gracias —menciona con una sonrisa a la persona al frente, que le devuelve el gesto sin pronunciar palabra.

Niño y joven ven a un hombre alto y musculoso de una apariencia de casi cuarenta años, de tez pálida con tres cicatrices paralelas que están al lado izquierdo de la mandíbula, su cabello rojo oscuro llega debajo del cuello. Va vestido de jeans, los tenis le llegan arriba de los tobillos, y porta una camisa de mangas que casi llegan a los codos. Aurora no puede dejar de verlo, algo en esa sonrisa que se muestra amigable no le gusta, sobretodo porque esos ojos que la miran desde una altura similar a la de Heka, le hace sentir inquieta, como si ese color blanco fuera hielo mismo.

—Bien Erik, da las gracias —dice al pequeño que obedece con una sonrisa infantil.

El mayor asiente despidiéndose con la mano para continuar su camino doblando en una esquina, ella y el niño lo vieron hasta girar antes de proseguir el recorrido a la casa de la chica, donde una vez dentro mandó al hermanito con el que es mayor para que le diera el queso, pero ella se quedó mirando por la ventana estando preocupada de a quién vio.

Ella no ve nada, pero siente que lo hay, que está siendo vigilada, y tiene razón, ese tipo está escondido, la ve desde una casa algo lejana, la vigila teniendo en una esquina el cuerpo de alguien agonizando, que trata inútilmente de parar la hemorragia de su cuello.

Los escalofríos y temor invaden a Aurora, tanto que rápidamente tiene la necesidad de hacer una llamada.

—Hola mi sol —dice la voz al contestar, la chica se tranquiliza y ríe en sus adentros acariciando su collar al haber escuchado el ronronear de su pareja.

—Hola. Sabes, eres el monstruo más lindo que hay.

—¿Solo lindo? —Aurora sonríe sonrojada yendo a sentarse al apoyabrazos del sofá.

Mira que el par de hermanos no vayan a escucharla. —Un monstruo muy lindo y sexy.

—Estoy satisfecho —ríe mientras deja de escribir las ecuaciones—. ¿Entonces por qué llamas?

—Es que… ¿Crees que puedas venir?

—¿Pasó algo? ¿Te pasó algo a ti? ¿Estás bien? —preguntó con preocupación levantándose abruptamente de la silla.

—No, no, estoy bien, es solo que mientras venía de regreso a casa con Erik

—¿Quién es Erik? —la interrumpió de inmediato.

—El hermanito de Tim. Mira, eso no es importante ahora.

—Sí, lo siento, me puse celoso —confesó sin pena causando gracia a la chica. Al parecer se había tomado muy en serio su pacto de comunicación—. ¿Qué decías?

—Te decía que nos topamos a un tipo raro. Heka, me asustó, no soy de juzgar pero los ojos de él me dieron escalofríos, era como si estuvieran vacíos. No me gustó como me veía.

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