Mensaje.

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Yo estrañe a Miami, ¿Ustedes no?

Cap 22.

Cierto estado venezolano se encontraba dispuesto a irse a dormir, pues ya era algo tarde, pero en cuanto paso por una ventana y pudo tener una leve vista al patio vio a la ciudad estadounidense.

Con preocupación y cierta curiosidad se dirigió hacia el de menor estatura.

— Oye, ¿Que haces aquí? Es tarde podrias agarrar una gripe -. Bolívar, tan atento como siempre.

La preocupación del estado hizo que la ciudad se sonrojara.

Y lo hizo aún más cuando sintió cómo este se sentaba a su lado, pero manteniendo cierta distancia.

— S-solo quería tomar algo de aire fresco -. Murmuró regresando su vista al cielo estrellado.

A pesar de ser la capital, Caracas contaba con un cielo bastante hermoso, en ese momento parecía que la contaminación ambiental no existiera en ese lugar.

— Puedes tomar aire fresco arriba, vamos -. A pesar de lo dicho, el bolivarense no mostró signos de querer levantarse de su lugar.

— Por favor Bolívar -. El mencionado sintió un escalofrío al escuchar su nombre salir de los labios del americano menor -. Solo un rato más, te lo suplico -. Pidió este con ojitos de perro s medio morir.

El venezolano solo suspiró rendido mirando la carita de Miami.

No queriendo que el americano se enfermara se quita la chaqueta que llevaba puesta para colocarla en los hombros del contrario.

— ¿Q-que haces? No no, yo estoy bien tu debés de tener frío... -. Aseguro intentando devolver la chaqueta.

— Déjalo, no tengo frío... No ahora, pero más tarde el frío se pone candela, asi que es mejor que tú te la quedes -. Dijo con una sonrisa amable.

Miami frunció el seño confundido.

¿Cómo que el frío se pone candela?, Eso no es posible.

¿Verdad?...

Bolívar se quedó abmirando la cara tierna y algo chistosa que había puesto Miami.

Hasta que se percató de algo.

¿Lo de sus cachetes era un rastro de llanto?

— ¿Todo bien?... -. Susurró sin dejar de mirarlo.

Miami no entendió por qué la repentina pregunta, esto lo noto el estado asique delicadamente puso uno de sus dedos en el cachete de este, recorriendo el rastro de lágrimas.

Miami entendió.

— Todo bien... -. Mintió, con una sonrisa.

Obviamente el bolivarense no le creyó, pero no insistió, si el no le quería decir estaba bien.

Tampoco es como si fueran amigos de toda la vida como para contarse vainas.

Luego de ese corto intercambio de palabras ambos regresaron su vista hacia el cielo.

Hasta que el sonido de una notificación interrumpio el ambiente agradable que se hacía creado.

— Perdona -. Se disculpo sacando su teléfono.

— No te preocupes -. Dijo mirando de reojo lo que hacía la ciudad.

¿Un mensaje? ¿A esa hora?

Pero todo pensamientos quedo desecho al ver cómo Miami empezaba a temblar, parecía... ¿Asustado?

¿De que?

Pussy e' your motherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora