"Blando"

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—. Mierda, mierda —. Murmuraba un estadounidense al ver cómo unos soldados intentaban atrapar a la organización venezolana y a su capital.

Habían pensado que aquellos disparos eran la señal, pero no fue así. Era una puta trampa.

¡Y ellos habían caído tan patéticamente!

Oh, bueno. Eso creía el.

Corrían el y el ruso de la manera más sigilosa posible.

Rezaba porque Alejandro allá encontrado a los demás. Ellos se había separado para intentar pasar "desapercibidos", además de encontrar a los demás estados y soldados que estaban de parte de ellos.

Cada vez se acercaban más y más a aquel grupo.

Luego de una persecución de escasos minutos ambas potencias miraron como FANB y Caracas se detenían.

Fue la oportunidad perfecta, y de eso se dieron cuenta al ver cómo aquel grupo de igual forma se detenían.

Al parecer estaban muy confiados, ya que había bajado las armas y en sus asquerosos rostros se posaba una sonrisa arrogante.

Pobres ingenuos infelices.

— Por fin se cansaron, aleluya —. Rio entre dientes uno, acercándose a ambos venezolanos mayores —. Ay Cari, FANB, nunca me cayeron bien —. Admitió, alzando su arma y apuntando primero a la capital.

Ambos individuos estaban sentados en el piso, una de ellas reflejaba calma e indiferencia, la otra tenía un leve seño fruncido, junto con una sonrisa ladina.

— Papi, ni te ubico —. Comentó de forma burlona el caraqueño mayor.

El que poseía el arma se tenso, su mandíbula pareció tensarse.

— Bueno, ahora no me olvidarás —. Susurró, quitándole el seguro al arma.

FANB por fin mostró una expresión, y está era de burla.

— Creo que el que no olvidará está maldita traición, será otro.

— ¿Qué-?

— USA, Rusia. ¿Qué esperan, una invitación por escrito?

Todos los humanos presentes se alarmaron, y, para cuando se dieron cuenta...

Ya era demaciado tarde.

El que desde el principio había sostenido el arma contra Caracas, ahora se encontraba siendo ahorcado por un ruso furico.

Los otros ya yacían en el suelo inconscientes.

— Ya comunista, suéltalo —. Dijo USA, de manera indiferente. Este ayudaba a poner de pie a ambos caraqueños.

Rodando los ojos el euroasiático hizo lo dicho, pero no sin antes agregar un:

— Eres demaciado blando —. De manera de regaño. Acto seguido dejo inconsciente al sujeto.

— Tenemos que volver —. Gruñó Caracas, una vez de pie —. Venezuela sigue allá, solo.

Empezó a caminar con todo el dolor del mundo por la herida de su pierna, pero no se detuvo.

Nunca lo hizo en cuanto a apoyar a su padre se trataba.

No iba a empezar ahora.

— ¿Dónde está Alejandro? Creí que estaba con ustedes —. Inquirió la organización venezolana, de igual forma empezando a caminar a paso rápido, pero tratando de ser lo más sigiloso posible.

Aún no sabían cuántos aliados tenía esa gente.

— Fue en busca de los demás —. Corto y con información necesaria. Esa corta oración fue más que suficiente.

Los 4 emprendieron camino hacia aquel palacio presidencial.

Esperaban con todas sus fuerzas que Venezuela estuviera bien.

[...]

Pussy e' your motherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora