Fin.

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Este es el capítulo final de este libro, así que espero que le den mucho amor.

Y si no comentan yo me desaparezco jsjsj

Perdón por las faltas de ortografía.

[...]

— ¿A-alejandro? ¿Q-qué? —. Titubeaba al hablar, intentando no caer nuevamente inconsciente por el dolor en su cabeza, y en general...

Todo su cuerpo.

Los desastres causados en esos últimos días, además de su desgaste físico y emocional ya comenzaban a pasarle factura.

Veía un poco borroso y tenía un dolor punzante que hacía querer echarse en el piso a llorar y retorcerse.

Sin embargo resistió, resistió tanto como su conciencia se lo permitía.

— Por fin despiertas —. Sonrió uno de ellos —. Pensamos que estabas muerto.

Venezuela apartó su mirada de un ensangrentado Alejandro para luego dirigirla al hombre que había hablado.

Se le quedó mirando fijamente, sin decir una sola palabra.

— ¿No dirás nada?

Silencio total.

— Bien... Tal vez esto te haga hablar —. Volvió a sonreír.

Una tétrica sonrisa.

Al país no le dió tiempo de reaccionar, y para cuando lo hizo, ya era tarde.

Aquel sujeto había dado una orden muda y, al siguiente segundo, un alarido doloroso retumbó en cada rincón de aquel húmedo lugar.

— ¡¿QUÉ TE PASA, MALDITO ENFERMO?! ¡DÉJENLO!

Alejandro echo su cabeza hacia atrás y grito de dolor al sentir aquel punzante objeto ser clavado sin piedad en su mano.

En cuestión de momentos sangre fresca había manchado nuevamente su cuerpo, junto con parte del piso y demás.

— ¿Te pasa algo Venezuela? Te noto algo... —. Otra señal y una nueva puñalada en el cuerpo del soldado atado —. Pálido.

Venezuela empezó a forcejear en la silla, pero estaba lo suficientemente agotado como para solo lograr mover un poco está, haciendo que se tambaleara.

— ¡Maldito! ¡SUÉLTALO, SUÉLTALO!  —. Exigía Venezuela a gritos, sintiendo su garganta desgarrarse.

— ¿Por qué hacerlo? No es más que otra rata traidora —. Murmuró, acercándose a Venezuela —. ¿Te duele, verdad? —. Cuestiono de manera sádica —. Pues sera mejor que mires bien, ya que está cerca la última vez que verás a tu amiguito con vida.

A la par que decías esas palabras, termino por agarrar bruscamente de los cachetes al mayor, haciendo que él mirara aquella tortura en primera fila.

— ¿No piensas decir nada? —. Gruñó, haciendo que pequeña gotas de saliva cayeran en la cara de Venezuela, asqueandolo.

Más silencio.

Luego más gritos y risas sádicas.

Otro forcejeo por parte de Venezuela y nuevas risas.

— ¡YA BASTA! —. Grito, haciendo que de su cuerpo salieran leves rayos.

Por un momento aquel hombre se asusto, pero luego recompuso su postura y volvió a sonreír.

— Tú desde hace años no puedes activar tus habilidades, chico. Ni siquiera lo intentes ahora. Estás jodido y solo conseguiras que tu muerte sea más rápida —. Casi canto lo último.

Pussy e' your motherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora