43. Asesino

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.43. 

Asesino


Sabía lo que venía, o tenía una vaga idea de ello, pero el saberlo no lo hacía más ameno. Por un momento deseó haber aceptado la propuesta de Hermione y haberse marchado junto con ella en la escoba. Quizá los Weasley no lo aceptarían en su casa, quizá nadie lo aceptaría cerca, pero podría irse a otro lado, a otro país, comenzar de nuevo, olvidar que había sido su vida hasta ahora. Borrar todo, con su varita, lanzarse un obliviate, y nunca más tener que lidiar con eso.

La risa de su tía lo trajo a la realidad, y los gritos de un alma siendo torturada lo arrastraron por la verdad. Fue casi cruel constatar que había dejado su mente vagar nuevamente, como solía hacer con cada vez más frecuencia.

— Sobrino, justo a tiempo — Bellatrix se acomodo un mechón de cabello con la punta de su varita, dejando de maldecir a la joven que estaba en el suelo. — Pueden llevarla, ya no me interesa.

Una serie de carroñeros malintencionados se acercaron a la víctima y la arrastraron. La joven no emitió sonido alguno, Draco se preguntó si estaba consciente.

— Niño Draco, ha llegado el momento. — la ronca voz de Voldemort le envió escalofríos a todo su cuerpo, pero, curiosamente, en lo único que podía pensar es que ahora debería estar en Hogwarts. A pesar de eso, asintió mecánicamente con la cabeza. — Esta noche saldrás junto a los otros mortifagos. Tendrán una misión que cumplir. Nada complicado, sé que podrás hacerlo con esmero.

Voldemort arrastró sus pies por el suelo, y Nagini se arrastraba siguiendo sus pasos. Era deprimente y nocivo.

—¿Misión? — las palabras apenas salieron de su boca, que se sentía arenosa en ese momento.

— Pero antes de eso, una ofrenda.

Voldemort hizo un ademán, y los carroñeros arrastraron el cuerpo de la mujer que hace minutos Bellatrix torturaba con entusiasmo.

— Mírala, Draco. — Voldemort se había acercado tanto, su rostro a centímetros del rubio, sus manos huesudas y frías guiando su rostro hacia el de la criatura casi inconsciente.

— No la conozco. — se apresuró a devolver, trémulo, casi que por instinto.

Pero era mentira. Si la conocía. La había visto en Hogwarts un par de veces. Iba un año por debajo del suyo, o algo así. De Ravenclaw, o Hufflepuff. Le había llamado la atención la cabellera colorada de la muchacha, no tanto como la de los Weasley, pero similar.

— ¡Es una asquerosa hija de muggles! — gritó Bellatrix, y sin ningún motivo aparente le apuntó la varita a la aludida, que trató de soltarse de las manos sucias de los carroñeros, que no aflojaron en nada sus brazos.

— Bellatrix, no más tortura. Dejemos que el chico Malfoy haga lo suyo. — interrumpió Voldemort con un movimiento de sus manos, con tanta tranquilidad que helaba el alma.

Draco sintió como si el mundo se desmoronara bajo sus pies. De repente no estaba más en pie, sino que se sintió caer. Fue como si agua congelada fuera derramada sobre su cabeza. Su mandíbula cayó, sus manos temblaron en su lugar, más que por las consecuencias del crucius.

Draco desvió lentamente la mirada hacía su padre, deseoso de algún aviso previo, de una salida. Pero claro que Lucius Malfoy no haría nada de eso.

— Claro, mí señor. — se retractó su tía, con una reverencia, haciendo que Draco regresará su atención a la muchacha. Estaba asustada, lastimada y delgada. Seguramente llevaba varios días en las mazmorras de la mansión siendo alimentada con pan y agua, y eso con suerte.

Draco Malfoy - Dramione (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora