35. Una clase de caos

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35. 

Una clase de caos


Las semanas comenzaron a transcurrir con una rutina entre ellos. Todos los días, sin excepciones, se juntaban en la sala de los menesteres, que casualmente siempre era la habitación de Hermione. La bruja se empeñaba en pensar en otra cosa, pero no había tenido éxito. Draco ocupaba el mismo sofá, en el que ella muchas veces se había sentado, y tras contemplar el lugar, comenzaban un nuevo intento.

Draco se veía cada vez más cansado, intensas ojeras se habían formado bajo sus ojos, y estaba claro que él intentaba disiparlas con algún hechizo, pero cada vez tenía menos éxito, y estaba pálido. Demasiado pálido.

Faltaban tres días para las vacaciones de Navidad, y ninguno de los dos estaba muy emocionado por eso. Draco no quería regresar a su casa, y Hermione temía por él. No se lo había dicho, pero sabía que había una posibilidad de que él no regresará.

Habían avanzando en sus procesos, a Hermione cada vez se le hacía más difícil pasearse por la mente del Slytherin, su recorrido se había vuelto más como una pasta espesa que como deslizarse con rapidez. Ya no conseguía ver las cosas con claridad, eran borrosas, como a través de un cristal empañado, y se estaba poniendo peor, lo que era bueno, pero Draco no estaba satisfecho. Él quería poder expulsarla de su mente apenas entrase.

Esa mañana habían coincidido en una clase en común, y ella estaba junto a Ron y Harry, que habían extendido su malhumor durante semanas. Se limitaban a decirle lo estrictamente necesario. Y si bien eso le molestaba, no podía contarles nada. Había hecho una promesa y pretendía cumplirla. Ya lidiaría con ellos después. Si Draco no regresaba de las vacaciones le contaría toda la verdad a sus amigos y a Dumbledore.

Snape dijo algo, pero ella estaba tan distraída que apenas pudo registrar su tono de voz. Los Slytherin hicieron algún comentario y Harry puso mala cara. Hermione levantó el rostro de su libro, tratando de seguir el hilo de la conversación. Miró a su amigo, y sin respuestas buscó al grupo de las serpientes.

Su mirada cayó casi sin querer en Draco.

Y algo estaba mal.

El rubio estaba pálido, con las manos apretadas en puño, y desde donde estaba podía ver que temblaba.

Hermione abrió la boca para llamarlo, pero el sonido murió junto a ella. No podía hacer eso. Pero Draco no se veía para nada bien. Sus ojos hicieron contacto por un mísero segundo, y sin saber cómo, lo supo. Era Bellatrix, justo ahora, en el momento más inapropiado.

Hermione contuvo su respiración. No podía dejarla entrar ahora, no podía intentar bloquear su paso ante toda la clase, sabrían que algo estaba pasando.

Tenía que ayudarlo.

Le costó un segundo decidirse. Dos segundos para llevar a cabo su plan. Sostuvo su varita sobre la mesa, de modo casi imperceptible, sabía que no podía ser un suceso menor. Snape podía detenerlo con un solo movimiento de su varita. Tenía que ser algo grande. Algo que obligará a todos a salir corriendo.

Cerró los ojos y susurro el hechizo.

En segundos todo a su alrededor estaba volando, por todos lados, el escritorio de Snape estaba ardiendo en llamas, los cristales que había cerca se estaban partiendo en miles de pequeños pedazos, descontroladamente. Todos comenzaron a gritar. Agarraron sus cosas y comenzaron a dejar la sala. Snape intentaba detener lo que estaba sucediendo, pero cuando conseguía controlar algo, Hermione provocaba alguna otra cosa.

Draco Malfoy - Dramione (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora