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Ser madre no era algo sencillo. Los primeros meses de la bebé habían sido un infierno para Camila, Lauren ya tenía experiencia pero la morena no. Cada que lloraba, a Camila se le hacía imposible calmarla, tal parecía que Sadie la odiara. Aquello era frustrante para ella.

La mayor se despertaba todos los días a las tres de la madrugada, calmaba a la bebé y volvía exactamente a las tres y cuarenta a la cama. Para Camila, el juego era totalmente diferente. Sadie lloraba, Lauren empujaba su cuerpo y la morena se levantaba con todo el sueño del mundo para tratar de calmarla.

En esos días de la semana, Camila podía olvidarse de volver a dormirse, porque Sadie simplemente no volvía a pegar un ojo por más que ella lo intentara. Lauren se levantaba, besaba su pequeña frente y la bebé mágicamente se calmaba.

Esa madrugada era uno de aquellos días que Camila odiaba con profundidad. Para ella, todos esos padres que hablaban sobre lo hermoso que era la paternidad eran viles mentirosos. Eso, o definitivamente ninguno de ellos tenía un hijo como Sadie.

___ Por Dios, dime qué necesitas y te juro que lo hago pequeña ___ susurró entre dormida y despierta sin querer observar la hora. Sadie abrió bien sus ojos para segundos después volver a llorar como si la vida se le fuera en ello. Camila suspiró ___ Me odias, ¿es eso no?

Sintió como un par de brazos rodearon su cintura con ternura.

___ ¿Nada que se duerme?

___ Pareciera que lo hiciera adrede, te lo juro ___ habló en lo bajo, siendo obstruida por los fuertes llantos de Sadie. Lauren río.

___ Dámela y ve a descansar, ya casi serán las seis y tienes que ir a trabajar.

La menor buscó la hora con sus ojos y si, efectivamente tenía desde las tres dando vueltas por toda la habitación de la bebé para calmarla y ella no le había dado ninguna especie de tregua.

___ Esa pequeña demonio ___ murmuró saliendo de la habitación sintiéndose exhausta. Maldijo en su interior por su mala suerte y se acostó.

Había pedido un cambio de horario cuando Sadie nació. Lauren no podía cuidarla todo el tiempo y necesitaba su ayuda, por ende, Camila casi rogó aquél cambio. En un principio no le costó nada dejar su trabajo atrás para estar con las dos mujeres que ahora amaba con su alma, pero en momentos ese se detestaba por haber hecho aquella locura.

Ocho de la mañana y Camila se levantó sin ganas. Se bañó, cepilló y arregló para estar lista e irse a trabajar. Lauren dejó su desayuno en la mesa con la bebé entre sus brazos y al mismo tiempo le cantaba una preciosa canción de cuna.

La morena la veía sorprendida. Esa mujer le había hecho el desayuno, atendió al bebé y aún así tenía tiempo para cantarle una canción y de ese modo lograr dormirla.

Lauren era su ídolo.

___ Es increíble lo fácil que se te da ser mamá ___ murmuró para luego darle otro bocado a su comida.

___ Tuve cuatro hijos amor, créeme, ya me sé todos los secretos de los niños.

Camila sonrió, besó sus labios y salió corriendo de la casa. Subió al viejo auto que siempre la acompañaba y se dirigió a su trabajo. El restaurante a esa hora de la mañana comúnmente era tranquilo, pero exactamente ese día en particular el lugar estaba a reventar.

___ Hoy no es mi día...

Se colocó el uniforme y empezó a trabajar oyendo los gritos de su jefe y los del nuevo chef de cocina. Dieron las doce del mediodía y el celular de la morena sonó con insistencia, interrumpiendo su hora de almuerzo y descanso.

___ ¿Qué?

___ Te oyes terrible ___ se burló Ashley al otro lado de la línea. Camila suspiró.

___ No es un buen día para mí, ¿qué necesitas?

___ Nada, solo recordarte de los planes para tu boda, ¿si estás al día con eso, no?

___ Demonios... lo siento, es que la bebé, el trabajo, mi jefe y el chef de cocina quieren volverme loca.

Oyó una estruendosa risa del otro lado.

___ Ser mamá no es fácil ¿eh?

___ En lo absoluto. Además, mi hija me odia ___ chilló.

___ ¿Como va a odiarte por Dios? Es una bebé Camila, ella ni siquiera sabe dónde está parada en estos momentos.

___ Eso dices tú...

___ Mira, ¿sabes qué? Mejor hablemos de la boda. Lauren ya eligió un vestido, Dylan la acompañó la semana pasada y solo faltas tú. No te mentire, Lauren preguntó si todo marchaba bien con respecto a tu parte en esto y tuve que mentirle, pero ya no pienso hacerlo más así que debes empezar a organizar tu tiempo.

Camila suspiró hondamente.

___ Tienes razón, debo organizarme y...

___ ¡Camila! ¡¿Hasta cuando piensas quedarte ahí sentada como una piedra?! ¡¿Podrías moverte?! ¡Hay muchas cosas que hacer aquí!

___ Se oye duro el señorito.

___ Más de lo que desearía, pero hasta aquí ___ Ashley escuchó como se levantó ya que oyó una silla arrastrarse y también unos pasos apresurados.

___ ¿Camila?

___ ¡Tú! ¡Ya era hora! ¡Ponte a trabajar!

___ ¡Mejor busque a quien follarse pedazo de vejete, porque a mí ya me tiene harta. ¿Me oyó? ¡Harta! ¡Renuncio!

Ashley cubrió su boca para no reírse. Escuchó pasos, una puerta siendo azotada y luego otra pero esta vez no tan fuerte como la anterior.

___ Listo, a partir de hoy organizaré mi tiempo... ___ sonrió aunque su amiga no la veía ___ ¿Entonces? ¿Vamos por mi vestido? Ya muero por casarme con la mujer que amo.

___ En cinco minutos te veo en la tienda de la que te hablé.

___ Listo, te veo ahí bebé.

Ashley colgó.

Camila encendió el motor del auto y condujo directamente a esa tienda de vestidos de novia de la que Ashley tanto le conversó. Era el lugar donde Lauren había elegido ya su vestido y sería exactamente el mismo sitio donde Camila elegiría el suyo.

Finalmente, esa hermosa y perfectamente imperfecta mujer sería su esposa.

Eterno pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora