Capítulo 11

146 41 98
                                    


I

Los jinetes del apocalipsis

Entre los escombros de la habitación, Liz se protegió de la explosión. Observó la imagen de su salvador enmarcada por las llamas que consumían las estanterías destruidas, ansiosa por saber quién podría estar merodeando un lugar como ese a esas horas de la madrugada. Sin embargo, la misteriosa figura no mostró interés en hablar con ella; recogió su arco del suelo y corrió hacia la pared destruida, huyendo al exterior con un ágil brinco. La silueta de los árboles del bosque se perfilaba bajo la oscuridad restante, el cielo parcialmente nublado, pintado de un profundo azul.

—¡ESPERA!— gritó Liz. La figura del traje verde ya estaba lejos.

Aún adolorida, se desplazó cojeando hacia la pared agujereada. Desde arriba, no vio ni a su salvador ni al verdugo de Holzmann. Sabía que su perseguidor seguía vivo y acechando en el cementerio.

Su radiotransmisor emitió un sonido. Ella respondió al instante, ansiando oír la voz de sus compañeros.

—Aquí Chris, ¿estás bien? — La voz del hombre, aunque fatigada, llevaba consigo una nota de preocupación que siempre lograba calmar a Liz, recordándole que, a pesar del caos, aún quedaban cosas por las que valía la pena luchar.

—¡Chris!— exclamó ella con alivio— ¡Chris!, tienen que moverse, estoy...

—No hace falta que sigas— la interrumpió Chris— Bernard y yo lo escuchamos todo. Los pasos retumbando por el edificio y la explosión. Nos alegra saber que estás bien, pero ¿cómo lo lograste? — preguntó asombrado.

—No fui yo, fue...— Liz hizo una pausa, sin ánimo de relatar lo ocurrido— Bueno, te lo contaré cuando nos encontremos. Por favor, dime que encontraste una salida mientras yo corría por mi vida.

—Entramos en otra habitación para buscar cómo llegar hasta ti, pero las puertas también se cerraron tras nosotros. Es curioso, ¿no? —dijo con ironía— Logramos escapar por los ductos de ventilación. Queríamos ayudarte, pero parece que ya no será necesario.

—No te confíes— replicó Liz, aun recuperando el aliento— Esto apenas comienza. No me busquen, ¡encontrémonos afuera! Da la casualidad de que una salida acaba de aparecer frente a mí— dijo, mirando la pared destruida.

—De acuerdo, nosotros saldremos por la puerta principal, ¡cambio!

Liz contemplaba la planta baja, indecisa. No estaba a gran altura, pero no estaba segura de que su cuerpo resistiera otro impacto más. Tomó impulso y saltó al exterior, girando en el aire para amortiguar la caída. Al tocar el suelo, hizo una mueca de dolor, sosteniéndose las costillas. Aunque no creía que los golpes hubieran sido lo suficientemente fuertes como para causar fisuras, esperaba al menos una contusión severa.

El cielo azul oscuro y la imagen más nítida de los árboles en el bosque indicaban que el sol estaba a punto de asomarse. Liz respiró hondo, aunque sabía que la llegada del día no marcaba el fin de la pesadilla que había comenzado al poner un pie en Reich der Finsternis. En su lugar, sería el inicio de una nueva jornada, llena de eventos inexplicables y espeluznantes que la acompañarían hasta que pudiera cerrar ese capítulo de su vida.

Las ideas sobre el futuro de su misión se agolpaban en su mente, cada una más inquietante que la anterior. Sus compañeros tardaban más de lo esperado en llegar. Mientras los esperaba, decidió mantenerse en movimiento, con la abrumadora idea de que el verdugo de Holzmann pudiera estar buscándola. La incertidumbre sobre el destino de su agresor la mantenía alerta. Deseaba con todas sus fuerzas que la tierra lo hubiera tragado cuando cayó. Y la imagen del guerrero del traje verde no la dejaba en paz.

El legado de la sangre oscura (SPANISH ORIGINAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora