Capítulo 03

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I

La guarida del demonio

Los agentes eran lentamente consumidos por la angustia que traía la incertidumbre. El aire denso y húmedo, combinado con las temperaturas abrasadoras, creaba un ambiente sofocante. Sabían que, si los mantenían con vida, había una razón especial, aunque ignoraban cuál era. Caminaban con costales en la cabeza y las manos atadas, obligados a seguir las indicaciones de los cazadores, quienes los guiaban golpeándolos con los rifles en la espalda, como una amenaza constante.

Bernard no podía dejar de pensar en su último encuentro con su familia. Las imágenes de su hijo jugando en el parque se mezclaban con las palabras de su esposa, "vuelve pronto, cariño, nos harás mucha falta". Las lágrimas rodaban por sus mejillas, silenciosas, mientras luchaba con la posibilidad de que jamás los volvería a ver.

El camino descendía por unas escaleras. Al bajar, la humedad se volvía más densa y el olor... Al principio sutil, luego insoportable. Un aroma químico que se mezclaba con algo más. Algo que ni siquiera en su entrenamiento de combate podían identificar.

Liz, por su parte, intentaba mantener la calma. Recordaba a Steve, el piloto, cuando le decía: "La calma en el caos es una verdadera fortaleza". También las palabras de ánimo que su padre le repetía a ella y a Rick antes de cada operación. Aún así, la presión en su pecho aumentaba con cada paso.

Los cazadores continuaban golpeándolos sin cesar, hasta que, finalmente, los arrojaron con brutalidad al suelo. Sintieron un alivio momentáneo cuando les quitaron los costales de la cabeza y les desataron las manos, permitiendo que la sangre volviera a circular por sus extremidades adormecidas.

Al mirar alrededor, se encontraron con horrendas miradas. Seres de piel putrefacta y ojos rojo sangre que brillaban en la penumbra, como centinelas de un horror mayor. Estaban en una mazmorra, donde apenas una tenue luz verde, proveniente de hogueras a lo largo del lugar, iluminaba la escena. El hedor nauseabundo de las hogueras se mezclaba con el de la sangre y los restos calcinados, creando una atmósfera opresiva, casi irreal.

Junto a los cazadores, había otras criaturas. Eran similares en forma humana, pero con rostros descompuestos y ropas en harapos. A diferencia de las miradas crueles y asesinas que habían visto antes, los rostros de estos seres mostraban demencia. Sonreían de forma macabra, sus risas llenaban el aire con ecos fantasmagóricos que helaban la sangre. Uno de ellos, una mujer con sobrepeso, y dos hombres que sonreían mostrando sus dentaduras amarillentas, parecían vivir en un estado perpetuo de locura.

La mujer delirante, vestida con harapos cafés, se acercó lentamente a Bernard cargando un costal del que emanaba un nauseabundo olor a carne podrida. Ella se tambaleaba al caminar con pasos inseguros. Los ojos de la mujer giraban en direcciones irregulares, cual síntomas de algún tumor cerebral avanzado. La angustia del agente creció cuando enseñó su lengua de un color púrpura tan intenso como la pútrida sombra que los rodeaba. Bernard hacía un esfuerzo titánico por no perder la cordura, seguía aferrándose a los recuerdos de su esposa y su hijo. La repulsiva mujer lo agarró de las mejillas con rudeza, su piel áspera frotándole las mejillas, y comenzó a susurrarle palabras ininteligibles con un débil siseo de ultratumba.

—Was für ein Mensch haben wir den hier!,haha, (¿Qué clase de persona tenemos aquí?, haha)— dijo la mujer con una aterradora voz burlona mientras clavaba su mirada sobre Bernard. Él contestó cerrando los ojos con fuerza para quitarse de encima la terrible imagen.

¡No te entiendo, déjame ya! — suplicó el hombre temblando y sintiendo la piel áspera de la mujer sobre su rostro.

Sus miradas bizcas se hacían más prominentes. La mujer hablaba con creciente rudeza, y el no entender una sola de sus palabras contribuía a que aumentara la tensión

El legado de la sangre oscura (SPANISH ORIGINAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora