Capítulo 07

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I

El cementerio

Liz sudaba a pesar de la noche fresca, su huida impetuosa había disparado su adrenalina al máximo. Frente a ella, los aniquiladores agonizaban, derramando aquel líquido oscuro y espeso que sustituía a su sangre. El olor metálico se mezclaba con un aroma ácido, característico de esa sustancia.

Sabía que debía informar a sus compañeros, pero la angustia de mantener su vida intacta le había impedido registrar el camino que había tomado. Ahora se encontraba en un vasto cementerio, iluminado solo por la tenue luz de la luna que se reflejaba sobre extrañas piedras diseminadas entre las lápidas. El resplandor pálido no era el tipo de luz que ella esperaba encontrar en un lugar tan lúgubre. El ambiente era espectral, vacío de cualquier cosa excepto la muerte misma. Incluso bajo la oscuridad de la noche, podía intuir que aquel cementerio albergaba generaciones enteras de los habitantes de Reich der Finsternis.

Exhausta, con su corazón finalmente desacelerándose, Liz se dejó caer junto a una lápida de mármol, sentándose en el suelo húmedo. Llevó una mano a su frente en un gesto de frustración, sin poder asimilar del todo lo que estaba viviendo. Cuando aceptó esa misión, sabía que sería una travesía llena de adversidades, pero en ese momento deseaba con desesperación despertar en su cama, descubriendo que todo había sido solo una pesadilla.

Mientras permanecía sentada, contemplando el espeluznante paisaje, el sonido del radiotransmisor interrumpió sus pensamientos. Ansiosa, lo tomó de inmediato, esperando oír la voz de Chris o Bernard.

—¡Liz!, te habla Chris. ¿Cuál es tu situación? No podemos encontrarte por ninguna parte.

El sonido de la voz de Chris hizo que un peso enorme se levantara de sus hombros, como si por fin recuperara el control.

—¡CHRIS! —respondió Liz, con un alivio palpable—. ¡Gracias a Dios! ¿Dónde están? ¿Están bien?

—Estamos bien, pero temíamos que te hubiera pasado algo. ¿Tienes alguna buena noticia?

—Bueno, aparte de haber sobrevivido al ataque de esos monstruos en la plaza, nada especial —replicó Liz con sarcasmo, aunque su tono se suavizó cuando recordó algo importante—. Aunque, ahora que lo pienso, creo que encontré indicios de Max y tomé unas fotos reveladoras.

—Así me gusta —respondió Chris, satisfecho—. Pero ya sabes, esas cosas las hablamos cara a cara. Por cierto, mencionaste algo sobre monstruos...

—¡Sí! —replicó Liz, con un tono más serio—. Beber sangre parece tener algún efecto en ellos. Si no hubiera escapado, me habrían hecho pedazos. Corrí hacia el bosque para salvarme.

—¿El bosque? —la voz de Chris se tornó preocupada—. Sabes que ese lugar es mortal.

Liz rodó los ojos, poniéndose de pie mientras volvía a recobrar la compostura.

—Chris, para ser honesta, no creo que haya muchos lugares seguros en este maldito lugar. Pero, de todos modos, ya no estoy en el bosque. Terminé en un cementerio durante la huida.

Chris soltó un largo suspiro antes de responder.

—En ese caso, lo mejor es que no te metas en más problemas. Puede que hayas hecho un buen hallazgo, pero tenemos que encontrar la manera de llegar allí sin cruzar por el bosque.

—No te preocupes por mí —respondió Liz, ahora con más calma—. Voy a aprovechar este lugar para investigar un poco. Te aviso si me meto en problemas.

Caminando por el cementerio, la sensación de agobio era aún más intensa que en el bosque. No había, según ella, mejor lugar para registrar actividad paranormal. Las tumbas eran numerosas, y movilizarse entre ellas, los arbustos espinosos y la maleza resultaba complicado. El moho cubría las lápidas más deterioradas, mientras que, en sectores exclusivos más alejados de los portones, algunas tumbas imponentes con elegantes grabados destacaban, como si intentaran recalcar la importancia del fallecido en su comunidad.

El legado de la sangre oscura (SPANISH ORIGINAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora