Capítulo 22

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I

La huérfana de Henoth

Eran cerca de las cinco de la mañana en el oscuro mar de pesadillas que formaban los bosques cercanos al sector de Henoth, en Reich der Finsternis. Densas neblinas cubrían las entrañas del bosque, y los cuervos emitían chirridos estremecedores desde las ramas de los árboles. La guardia de Nick y Liz había concluido, y ambos descansaban en la cabaña, esperando el amanecer, mientras Bernard enfrentaba solo la desolación del panorama, con la responsabilidad de despertar a sus compañeros solo si la situación lo demandaba.

Bernard ya había comentado el asunto de la niña de la cabaña con Nick; no obstante, el oficial le restó importancia, diciéndole que, a menos que se tratara de algo realmente importante, no lo mencionara más. Bernard observaba la cabaña con un aire de sosiego, haciendo ejercicios para distraerse y sacudirse la sensación agobiante de que los ojos del mal lo observaban desde las entrañas del bosque de la perdición. Se refugiaba en el canto: compartía con Liz su gusto por el rock de los 80 y el dance, los ritmos favoritos de ella. Sin embargo, cada vez que estaba solo y buscaba liberarse de sus cargas emocionales, recurría al gospel, una herramienta tan poderosa como la oración, según su pastor Collins.

El silencio absoluto reinaba desde que cruzaron al otro lado del río. A su lado, los caballos seguían alimentándose de los arbustos. Leves movimientos en la hojarasca sacudieron su corazón, pero un rayo de alivio lo alcanzó al descubrir que solo se trataba de un mapache, un animal introducido en Alemania a principios del siglo. Las nubes cubrían el bosque con un velo de misterio, y ya no faltaba mucho para que el cielo comenzara a aclararse.

Bernard, con uno de los fusiles que Nick le había facilitado, hacía su guardia alrededor de la cabaña, sintiendo cómo el frío y sus propios pensamientos le erizaban la piel. Un ruido, más fuerte que los anteriores, llamó su atención; los pasos de una pequeña figura, de menos de un metro de altura, resonaron en la cercanía. Su corazón se aceleró, y, lleno de valor, corrió con el rifle en alto, preparado para cualquier adversidad. Para su sorpresa, no había ningún peligro inminente: la silueta de una niña rubia corría hacia la cabaña más grande.

Decidió alertar a sus compañeros, pero se detuvo en seco al ver otra sombra aproximándose. Era Liz, bostezando suavemente y con claros signos de cansancio en sus ojos marrones.

—¿Todo bien contigo? —le preguntó la chica, con ojos entreabiertos, notando la preocupación en el rostro de Bernard.

—Sí, creo... —respondió, con voz dudosa, mirando hacia la gran cabaña—. Escucha, algo corrió hacia allá —dijo señalando el lugar donde la niña había desaparecido.

La declaración de Bernard confirmó las sospechas que Liz ya tenía: algo terrible estaba por suceder. Bernard también compartía esa inquietud. Recordaba haber visto el semblante de una niña, pálido como un espectro, a través de una de las ventanas. Decidieron investigar, pero temían despertar a Nick para informarle, ya que sus reacciones eran impredecibles y tal vez no le agradaría la idea de entrar a la cabaña en plena noche. Antes de que pudieran buscarlo, Nick ya estaba en la entrada de la otra cabaña, observándolos con su mirada inexpresiva y sin rastro de cansancio.

—Si van a investigar allá ahora, más les vale que sea algo realmente importante —les advirtió Nick, recargando su rifle.

Incapaz de soportar la indiferencia de Nick, Liz se plantó frente a él para encararlo.

—Podría ser una niña en apuros —le dijo, elevando la voz—. Creo que es tu deber como policía ayudar a quien lo necesite.

Nick se limpió los ojos para ver mejor y, sin responderle ni escuchar más, caminó hacia la cabaña, pasando de largo a los agentes y preparándose para investigar.

El legado de la sangre oscura (SPANISH ORIGINAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora