I
El ritual de transferencia
Un aire de sosiego había acariciado el alma de los agentes tras el amanecer. Cada situación difícil que enfrentaban desafiaba su estabilidad mental y emocional, exponiendo tanto sus debilidades como su lado más humano. Bernard, en particular, había estado lidiando con sus temores desde el inicio de la misión, mostrando signos de flaqueza. Solo hasta este momento había demostrado que era capaz de actuar enfrentándolos.
La calma se respiraba nuevamente en el ambiente tras la desaparición de la bestia del río y la erradicación de los cazadores. Los chillidos de los cuervos entre las ramas descompuestas de los robles y los constantes movimientos en medio de los arbustos mantenían una sensación latente de peligro.
Una cantidad de pensamientos atravesaron rápidamente la mente de Liz: Bernard empujando al monstruo esquelético al río, la bestia devorando su cuerpo, y el joven que a juzgar por su vestimenta se sabía que provenía de algún distrito aledaño. El hombre todavía cargaba el rifle de caza en sus brazos y apuntaba a la superficie del lago, como esperando que alguna presencia abominable resurgiera de las frías aguas grisáceas, donde solo las hojas descompuestas de los árboles flotaban.
— ¿Está todo bien? — preguntó el hombre, visiblemente confundido y bajando la guardia — Gibt es hier noch jemanden, der uns belauschen kann? (¿Hay alguien espiándonos?)
—Todo está bien— Contestó Liz entusiasmada e ignorando lo último que había preguntado—¿Y tú?, ¿estás bien?, ¿estás herido?— el chico levantó el pulgar, indicando que todo estaba bien— venimos ayudarte.
—¿A ayudarme? —se cuestionó el joven, acariciándose la barbilla y frunciendo el ceño—. En serio aprecio bastante que hayan venido, pero, ¿qué los ha traído por aquí? ¿Son ustedes los que escaparon del palacio de justicia?
Chris alzó la mano, indicando que todo estaba en orden.
—Está todo bien —dijo—. Ellos son agentes del gobierno estadounidense y no tienen nada que ver con los saqueos.
El hombre bajó el rifle, aunque su mueca de incredulidad permaneció mientras se acercaba a sus salvadores.
—Disculpen —se excusó el joven, con marcado acento alemán—. Es solo que, con las noticias de la huida de un tal Rowland y otros americanos, todo aquí se ha puesto turbio. Bueno, el señor Holzmann siempre ha sido un bastardo, pero desde que esos infelices vinieron aquí, la situación ha empeorado.
Liz no pudo evitar sorprenderse al escuchar el nombre. ¿No era acaso Rowland uno de los nombres que había mencionado el verdugo en el cementerio? Recordó que Ulrich había dicho que era uno de los amigos de Mark Warren, aunque aún no estaba claro qué rol desempeñaba.
—¿Qué sabes de ellos? —preguntó Liz, notando que la expresión del hombre reflejaba más disgusto que otra cosa al escuchar esos nombres.
—Nada —respondió—, aparte de que era uno de los acompañantes de los americanos que vinieron aquí a saquear.
El trío caminó hacia el puente para encontrarse con él. El joven parecía tranquilo, como si nada hubiera pasado, lo que les hizo pensar que lo que habían presenciado era parte del día a día en esos alrededores. Liz, siempre comprensiva, intentó entablar conversación con él.
—Mira —comenzó, guardando su arma—, hemos escuchado bastante sobre los Warren y su paso por estos sectores. Es lo que hemos venido a investigar —se llevó la mano al corazón antes de continuar—. No queremos saquear, te lo aseguro.
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El legado de la sangre oscura (SPANISH ORIGINAL)
TerrorEl el umbral de lo natural y lo sobrenatural, la agente Elizabeth "Liz" Sharrow de Dark Forest Police Department (DFPD) se enfrenta a un nuevo caso que pone a prueba no solo su valentía, sino también su percepción de la realidad. Junto con su compañ...