Capítulo 06

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I

Regreso al pueblo fantasma

Chris conducía tranquilamente por un antigua camino en una van todo terreno que les habían facilitado los agentes alemanes. Liz y Bernard comprendían que solo ese tipo de vehículos podía acceder a un lugar al que no llegaba ninguna vía conocida en el país. La ruta estaba destapada y empedrada, lo que les hizo pensar que se trataba de un sendero construido para grandes números de peatones, caballos y carrozas. El bosque de la perdición estaba envuelto en una densa neblina blanca que desprendía un aura ominosa.

Durante el viaje, el grupo intentaba aliviar la tensión del enfrentamiento comentando aspectos de su vida. Bernard contaba historias de su niñes con su hermano Jake antes de que ambos se unieran a la DFPD. A diferencia de él, a quien Liz conocía como un hombre reservado, disciplinado y devoto de su fe, Jake era muy extrovertido, a veces problemático y odiaba la religión. Narraba historias sobre como él solía ingeniarse una forma de no ir a la iglesia con sus padres y salía de fiesta con sus amigos en secreto de vez en cuando.

Chris, por su parte, decidió compartir una historia de su época como mecánico en su grupo antiterrorista. Contó cómo, durante una misión en el desierto, su unidad había quedado varada por una avería en uno de los vehículos. Contra todo pronóstico y con recursos limitados, logró reparar el motor usando partes de un viejo camión abandonado.

Liz solía recordar sus visitas a la granja de su abuelo cada verano. Él había emigrado de Inglaterra a California en los años 50, buscando iniciar una nueva vida tras la devastadora depresión económica que siguió a la Segunda Guerra Mundial. En la granja, Liz lo ayudaba, especialmente con los animales, y sus favoritos eran los caballos. También compartía detalles sobre su carrera como agente del FBI, incluyendo cómo había sido reclutada por su equipo actual gracias a su hermano, tras resolver un complicado caso de desapariciones y asesinatos de niños en Arkansas. Bernard recordó que fue durante esa misión difícil que se conocieron y formaron una sólida amistad. Chris estaba asombrado por todo lo que ella había logrado a tan corta edad, con solo veintitrés años.

Nadie se había dado cuenta de la hora hasta antes de ver el reloj del vehículo, que marcaba poco más de las tres de la madrugada. El lugar estaba sumido en la más completa oscuridad, y el camino que atravesaban era iluminando únicamente por los faros frontales de la van. Avanzar por aquella zona era similar a cruzar la barrera entre el mundo real y una dimensión donde reinaba el dolor, la muerte y la pesadumbre. En la imaginación de Liz, miles de ojos dentro de la cuna de la muerte estaban fijos en ellos.

Poco a poco, la velocidad del vehículo decrecía. Escuchaban los pasos de las llantas romper con el meditabundo silencio sepulcral que regía en el bosque. Se podían ver a los largos árboles extenderse hacia el cielo, casi como garras en medio del cielo nublado que iluminaba la luna. A pesar de la soledad, se percibía la vastedad del bosque, en un terreno que parecía no tener fin.

Habían llegado a un nuevo pueblo impregnado de un silencio profundo y desolador, únicamente interrumpido por los leves soplidos del viento. Se distinguían cabañas triangulares de ladrillos con fachadas deterioradas, sus ventanas rotas y puertas desvencijadas. Los techos de tejas cubiertos de musgo daban la impresión de no haber sido tocados en décadas. No había ninguna fuente de Luz en la zona, lo que reforzaba la idea de que el lugar no había sido visitado en mucho tiempo. Desde la entrada del tétrico pueblo, se extendía un pequeño sendero de piedra con viviendas a ambos lados, poco separadas entre sí, creando una atmósfera opresiva.

—Bien— dijo Chris dirigiéndose al grupo— este es el pueblo más cercano a nuestro campamento. Es posible que el oficial Allen haya pasado por aquí, si es que no se encuentra aquí. Vamos a revisar el pueblo y en lo posible, evitaremos llamar la atención.

El legado de la sangre oscura (SPANISH ORIGINAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora