Capítulo XXXVIII

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Quienes decían que ser madre era la experiencia más hermosa e inigualable, se habían olvidado de añadir que, además, era la tarea más agotadora de la historia, o por lo menos eso era para mí.

Llevaba días sin poder pegar un ojo, porque cada vez que me estaba quedando dormida los llantos de mis bebés me despertaban y eso era insoportable. Parecía una zombie andante, tenía los ojos llenos de ojeras, mi cara había envejecido drásticamente, haciéndome lucir como una mujer de treinta años en vez de la adolescente que era.

Me observé en el pequeño espejo ubicado al lado de la cuna de mis bebés una vez más, comprobando así que no había sido una alucinación de mi parte, seguía viéndome horrible.

Había leído que los primeros meses de vida eran los más difíciles tanto para los padres como para los bebés, pero nunca habría imaginado que fuese tan literal. Moría por dormir por lo menos ocho horas sin interrupciones, y aunque Austin se había ofrecido a cuidar de ellas, y yo aceptado, cada vez que escuchaba un leve ruido del dormitorio de mis hijas salía corriendo hacia ellas para que se calmaran, y eso estaba acabando conmigo poco a poco. Las personas necesitaban dormir por los menos seis o siete horas y yo apenas dormía tres o cuatro desde hacía tres semanas.

—Amor, creo que es hora de que descanses un poco... —Alcé la mirada, dejando de observar cada detalle de Linnette para mirar a un Austin bastante preocupado frente a mí—, no puedes sentarte aquí a esperar a que una de las bebés haga el más mínimo sonido para tomarla en brazos... Tú eres mi pequeña niña y al igual que las bebés necesitas dormir.

—El problema es que cuando estoy quedándome dormida, amor, las escucho y tengo que levantarme enseguida para atenderla, prefiero quedarme... —Austin se acercó hacia nosotras para tomar a la pequeña Linnette y colocarla en la cuna junto a su hermana.

—Irás a dormir y yo me encargaré de que no escuches ningún ruido. —Tomó mis manos, ayudándome a poner en pie, y me guío hacia el dormitorio.

—Creo que eso no será posible, cariño, despierto...

Colocó un dedo en mis labios para silenciarme con una sonrisa. —Verás cómo esta vez no despiertas.

—Si tú lo dices, amor, yo te creeré —murmuré, rodeando su cintura con una de mis manos mientras una sonrisa se extendía en mis labios.



[...]



Y efectivamente había dormido durante casi seis horas sin interrupción alguna, gracias a que Austin se había acostado a mi lado, hasta que me durmiera, dejando castos besos en mi rostro mientras acariciaba mi espalda con sus manos, siendo esa la aparente razón para que durmiera como una bebé. Además, claro, él había apagado el radio que me indicaba cuando las bebés estaban despiertas, al comprobar que yo estaba dormida.

Sonreí, levantándome de la cama para ir a supervisar a mis hijas. Sabía que me estaba comportando como una paranoica excesiva con respecto a mis bebés, pero era algo involuntario, además, de que había tenido que sufrir mucho para tenerlas en mis brazos, y en ese momento quería dedicar toda mi vida para que nada malo les pasara, porque todavía no había olvidado de la amenaza que el idiota del padre de mi exnovio me había hecho al enterarse de mi embarazo, y aunque quisiera evitarlo temía que, debido a que no había podido hacer nada para impedir que mis hijas nacieran, quisiera herirlas o hacerles daño.

Me detuve en el umbral de la puerta, maravillada por la tierna imagen que mis ojos estaban contemplando. Austin estaba sentado en el sofá del dormitorio de las niñas con Lissette en brazos, susurrándole algo que para mí era ininteligible.

Nueva vida, Nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora