Ser acosada por los paparazzis era simplemente estresante. Todos querían saber si los rumores que circulaban por la Internet eran ciertos y para confirmarlos tenía a un montón de acosadores detrás de mí las veinticuatro horas del día.
Ya no lo soportaba, no me gustaba que todos quisieran saber si estaba embarazada para empezar a burlarse de mi familia. No quería que el apellido MacArthur quedara manchado moralmente por los errores que yo había cometido. Porque ninguno de ellos tenía la culpa, sólo yo, única y exclusivamente yo. Sólo pedía que toda esa situación se acabara de una vez por todas, porque de no ser así terminaría con la presión por los cielos o, en el peor de los casos, encerrada en un manicomio.
Lamentablemente, para mí, ellos no dejarían de acosarme hasta que confirmara o negara todos los rumores, pero en esos momentos, no me consideraba lo suficientemente valiente como para decir públicamente que estaba embarazada de un chico que ni siquiera existía (había decidido inventar a un chico inexistente para que fuera el padre de mi bebés), y era por ello que subiría una nota a mis redes sociales, donde explicaría todo el plan que hacía unos días había elaborado, pero para eso, tampoco me sentía valiente. No en ese momento. Tal vez cuando estuviera completamente cansada de la situación, y para eso faltaba poco, pero faltaba.
Todo sería más fácil si no fuera Elizabeth MacArthur. Estaba cansada de que mi vida fuera del interés de todos por el simple hecho de estar relacionada tanto genética como socialmente de personas importantes.
Quería ser invisible para todos, y así poder disfrutar la etapa que estaba viviendo, a pesar de que todavía no estaba preparada física ni psicológicamente para ella. Pero desgraciadamente, no era un asunto de querer, yo era quien era y no lo podía cambiar sin importar cuánto lo intentara.
Tenía que aprender a vivir siendo burlada por ser madre adolescente y ser feliz con ello, porque de lo contrario tendría una vida llena de amargura y frustración, y no quería que mis bebés salieran afectados a largo plazo por los errores que había cometido. Ellos no tenían la culpa de tener a una ingenua e irresponsable persona por madre. Era mi culpa por ser una boba que había creído en las palabras de un chico que lo único que quería era jugar conmigo.
Pero era demasiado. Hasta salir de la escuela se había convertido en toda una travesía. Travesía porque no ponía bien un pie fuera del estacionamiento escolar cuando ya había paparazzis tratando de sacarme la información necesaria para acabar públicamente conmigo.
—... Elizabeth, ¿estás bien? —La voz de Austin me bajo de mis pensamientos.
Lo miré fijamente por unos minutos antes de contestar a su pregunta. —Sí. —Sonreí levemente, tomando un sorbo de mi olvidada malteada de fresa.
Austin se quedó observándome por unos minutos. Seguro estaba preocupado por mí. Él era un chico increíble, demasiado bondadoso, para mi gusto, pero aun así maravilloso. No se había separado de mí ni un segundo, debido a que estaba decidido a protegerme, y cuando Austin decidía algo no había poder humano que lo hiciera desistir, eso lo había aprendido hacía dos semanas.
Tenía que tener problemas mentales graves. Estaba embarazada y tenía un grupo de acosadores siguiendo mis pasos. No podía estar pensando en un chico que me había robado un beso, cuando tenía que pensar en cómo resolver el caos que había en mi vida.
Austin tomó un sorbo de su lata de soda. —... ¿Qué te sucede?
— ¿Eh?
— ¿Qué te sucede? —Volvió a preguntar sin ni siquiera pestañar.
—Nada, ¿por qué? —Tomé otro sorbo de mi malteada. Ella ahora se había convertido en lo que utilizaba para no contestar a las preguntas de Austin.
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Nueva vida, Nuevo comienzo
Teen FictionLa vida puede cambiar en un instante. Un día eres la persona más popular de la escuela y amada por todos en las redes sociales, y al siguiente eres la persona más odiada de esos mismos lugares. Toda acción, trae una consecuencia, sea buena o mala, y...