Hacía casi un año desde que me había convertido en madre, y dos años (faltaban sólo cuatro meses, para ser exactos) desde que toda mi vida de ensueño había cambiado para dar paso a una llena de locuras, lágrimas, llantos incontrolables a media noche, críticas hacia mí, desprecio de las personas de mi alrededor, sentimientos desagradables hacia el chico que alguna vez consideré que era el amor de mi vida (y que tenía tanta culpa como yo de que mi vida hubiese dado un giro inesperado tan de repente), discusiones, peleas, despedidas, soledad, depresión, tristeza...
Pero no todo lo que me había ocurrido había sido malo; definitivamente no, gracias a esos cambios había conocido al chico que amaba con toda mi alma y dueño de mi corazón, encontré a otra mejor amiga, maduré (no mucho, pero estaba en proceso), aprendí a valorar los pequeños detalles, a vivir intensamente cada momento, a tragarme el orgullo cada vez que había fallado, a reconocer que nunca había sido la chica ruda que algún día pensé que era, a perdonar... Pero lo más importante de todo era que había aprendido a ser una madre adolescente (aunque todavía lo seguía haciendo), y debía reconocer que no había sido fácil, había estado cerca de tirar la toalla, como esa vez hacía varios meses atrás...
Estaba cansada de no poder dormir, debido a que mis hijas prácticamente no dormían, de tener que quedarme en casa encerrada, de tener unas ojeras tan pronunciadas que podría jurar que tocaban el piso, de tener que soportar al estúpido de Tyler rogando porque le dejara formar parte de la vida de nuestras hijas, y de tantas cosas más, que creía que me estaba convirtiendo en una vieja cuarentona amargada.
Y todos esos sentimientos, lo único que hacían eran confirmarme que yo era una mala madre, porque ¿qué madre estaría hastiada de vivir la maravillosa experiencia de tener a sus hijas los primeros meses? Ninguna, y eso me tenía sumergida en una depresión insoportable.
Siempre había soñado que al vivir la experiencia de ser madre, en especial los primeros días, todo sería maravilloso, tal y como lo presentaban en las películas, pero la realidad estaba siendo completamente diferente.
Hacía, exactamente, dos meses desde que Austin se había ido a Nueva York, y desde ese mismo instante, en el que el avión partió, mi vida había cambiado, pues en pocos días había descubierto que ser madre soltera era todo un fiasco.
—... Ellie, tienes que comer, estás muy pálida —Alcé mis ojos, mirando a una Katherine bastante preocupada delante de mí.
—Ya te he dicho miles de veces que no tengo hambre, Katherine... No quiero más sermones de tu parte. —Volví mi vista hacia mis pequeñas hijas que estaban acostadas en una pequeña cuna a mi lado.
— ¿Desde qué hora no has comido nada? —Pero claro, Katherine nunca me escuchaba, y ella tenía que empezar una discusión otra vez, no era por ser una ingrata, pero deseaba que se marchara de mi apartamento si iba a iniciar otra discusión sobre lo mismo. Estaba agotada de toda la situación, y temía explotar delante de mis hijas.
Sonreí un poco, aunque no tenía deseos de hacerlo. —Comí en la mañana.
—Mentirosa... —Alcé mis cejas, al escucharla, evidentemente era una pequeña mentira, pero no tenía la más mínima idea de cómo ella me había descubierto. Me dediqué a observarla, ya que no emitiría ningún comentario antes de saber cómo me había descubierto—. Todo está exactamente igual a como lo dejé anoche, Ellie... No puedo creer que estés descuidando tu salud, si algo te sucede...
— ¡Basta, ¿sí?! —Bien. Yo le había advertido que no continuara, y ella no me había escuchado, ahora que se atuviera a las consecuencias—. No estoy de humor para escucharte, ¿lo entiendes, cierto?... —Katherine sólo se dedicó a mirarme fijamente mientras yo soltaba todo lo que estaba alojado en mi corazón—. Tú no eres mi madre; la mía murió hace más un año, y no tengo por qué aguantar tus sermones, puesto que, considero que soy lo bastante grandecita como para que tú, la novia de mi hermano, me esté sermoneando a cada segundo sobre lo que debo y no debo hacer...
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Nueva vida, Nuevo comienzo
Roman pour AdolescentsLa vida puede cambiar en un instante. Un día eres la persona más popular de la escuela y amada por todos en las redes sociales, y al siguiente eres la persona más odiada de esos mismos lugares. Toda acción, trae una consecuencia, sea buena o mala, y...