Capítulo VII

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La vida estaba empezando a cobrarme por todo lo malo que había hecho, aunque a mis diecisiete años de edad lo único que había cometido que se consideraba malo, era que había tenido relaciones sexuales y quedé embarazada. Y si era por eso me lo merecía, claro, pero todo lo que me estaba pasando no me dejaba respirar ni un segundo tranquilamente, y empezaba a preguntarme hasta dónde soportaría.

Miré el identificador y me extrañé mucho al ver quién era: John Geisler, el padre de mi exnovio.


— ¡Hola, señor Geisler! —saludé, extrañada de recibir una llamada de su parte. Pocas veces había hablado con él; prácticamente no formaba parte de la vida de Tyler, pues  se había divorciado de su madre cuando él tenía cinco años, y había formado otra familia.

Hola.

Ignoré su desagradable tono. — ¿Cómo está?

Bien, ¿y tú? —preguntó. Sabía que eso había sido simple cortesía. No sería una llamada amistosa.

—Bien.

Elizabeth sabes que soy una persona muy importante, ¿cierto?...

—Sí, lo sé. —Obviamente que lo sabía, él era el Senador de Los Ángeles. Y el que me preguntara algo tan estúpido me indicaba hacia dónde se dirigía esa conversación, y efectivamente, no sería amistosa esa llamada.

Bueno... —Suspiró—, y sabes que la prensa hablará mal de nosotros y de tu familia cuando se enteren que estás embarazada... —No me gustaba para nada esa conversación.

— ¿Cómo se enteró de eso? —Ya me empezaba a asustar. Pues no entendía cómo él se había enterado que embarazada, si prácticamente nadie lo sabía.

Lo sé, nada más tiene que importarte. El asunto aquí, es que creo que ustedes, Tyler y tú, son muy jóvenes para ser padres....

—Por favor, vaya directo al punto.

Lo que trato de decir, Elizabeth, es que lo mejor para todos es que ese bebé no nazca.

—Usted piensa que lo mejor para todos es, en pocas palabras, abortar a ese ser que ni siquiera ha pedido venir.

Sí, eso es lo que pienso y lo que quiero —Él decía todas barbaridades con mucha calma. Al menos, no sabía que serían dos bebés.

— ¿Pero usted está loco? —Estaba enojada, muy enojada por su descarada forma de decirme que abortara a mis bebés. Se quedó en silencio—. ¡No tiene el derecho para pedirme semejante cosa!

Mira, chiquilla, no permitiré que por una estupidez la prensa hable mal  de mi hijo ni de mí.

A esas alturas ya mis ojos estaban llenos de lágrimas. — ¡No tiene que preocuparse porque su hijo no forma parte de esto!

La prensa hablará mal de ti, ¿no lo entiendes? —Estaba bastante ahogada por las lágrimas como para contestarle—. Eres una niña... Una niña... ¿Entiendes?

—Señor Geisler, por más que lo intente no haré lo que me está pidiendo —Mientras hablaba trataba de no llorar más, pero las lágrimas no me obedecían—. No soy capaz de matar a un pequeño, no soy una asesina. —Empecé a secar las lágrimas que bajaban desconsoladamente por mis mejillas.

¡Por favor! —Empezó a reír con sarcasmo—. ¿Qué es lo que quieres? ¿Dinero? —Eso ya era el colmo—, si lo que quieres es dinero para deshacerte de esa Cosa, yo puedo dártelo.

Nueva vida, Nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora