Capítulo XV

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Uno de los tantos beneficios de estar embarazada era que tenía un certificado médico, el cual indicaba que la actividad física en la escuela estaba prohibida, debido a las posibles complicaciones que tendría a practicar deportes con un embarazo gemelar de doce semanas.

Unos sudados chicos pasaron junto a mí, mirándome. Seguro tenían envidia, porque yo estaba de lo más relajada tomando el Sol y bebiendo una malteada, que un amable Austin me había regalado, mientras ellos tenían que recorrer la cancha de fútbol americano treinta veces.

Sonreí, amaba tener ciertos privilegios.

—... Debes estar más que contenta con todo lo que has logrado, ¿cierto?

Miré fijamente a la persona que más detestaba en esa escuela. — ¿Qué quieres?

Sonrió con arrogancia mientras miraba hacia donde su novio practicaba junto al equipo de tenis. Él era un gran jugado. —... ¿Qué se siente ser una cualquiera?

«Paciencia, Señor, necesito paciencia», pedí mientras miraba dramáticamente el cielo para luego volver a posar mi vista en Stephanie.

—No estoy de ánimos para discutir contigo...

—... ¿Cómo puedes estar tan tranquila al destruir una relación de casi dos años?

La miré sorprendida. Ahora sí que estaba más que pérdida. — ¿Qué estás diciendo?

Empezó a reír sarcásticamente antes de contestarme. —No quieras hacerte la inocente.

No la entendía. Hasta donde yo tenía entendido Austin sólo estaba enojado con ella. No sabía que él había acabado con su relación amorosa, y de ser así, a mí tampoco me importaba eso.

—Stephanie, no tengo ni la menor idea...

—Vamos, Elizabeth, deja de actuar. —Sonrió, aunque sus ojos irradiaban tristeza—. Todos en esta escuela saben que desde que llegaste Austin empezó a tratarte demasiado amable...

Dejé de tomar mi malteada para mirarla. —Somos amigos, ¿no es así como se tratan los amigos?

—Tú no eres sólo su amiga...

—Stephanie, por mucho que te odie, nunca en mi vida usaría a Austin para...

—No hables, por favor. —Me miró con desprecio—. Sólo viniste a quitarme todo lo que tenía, ¿no te bastó con arrebatarme el Trofeo Nacional de Ballet?

—Stephanie, yo...

—Ahora entiendo porque tu novio te engañó. —Me miró con una sonrisa hipócrita—. No podías conformarte sólo con él, querías a todos los chicos que estaban a tu alrededor, y el pobre necesitaba el amor de...

Me levanté de golpe de la banca para enfrentarla. Había tratado con todas mi fuerzas comportarme porque sabía la depresión que un rompimiento causaba, pero ella siempre terminaba lastimándome. — ¡No te permito que hables de mi vida!

Empezó a reírse en mi cara. — ¿Quién demonios te crees?

—No quiero...

Alguien me agarró de los hombros. —Elizabeth, cálmate.

— ¿Cómo puedes pedirme que me calme? Tu novia o ex, me importa poco lo que sea, ha venido a insultarme...

—Tienes que calmarte. No puedes volver a la oficina del director en menos de cuarenta y ocho horas.

—Pero...

—... ¿O quieres otro mes en la cafetería?

¿Otro mes? No, ni de broma. Sólo llevaba un día atendiendo a los hambrientos estudiantes en el almuerzo y no quería volver. Los olores, y los diferentes tipos de comida, habían provocado que las horribles náuseas, que no sufría desde la mañana después de desayunar, volvieran al ataque.

Nueva vida, Nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora