Capítulo XXXIV

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 Hacía menos de una hora que había ido con él al consultorio del doctor Jones al chequeo semanal. Todo estaba en orden, mis bebés estaban sanas y saludables, y sólo faltaban algunas semanas para que nacieran, el doctor nos había dicho que era común que nacieran entre la semana treinta y ocho o treinta y nueve, dado a que los embarazos de gemelos se adelantaban unas cuantas semanas.

Y la dicha que me inundaba no podía ser mayor en ese momento, ya tenía treinta y seis semanas de embarazo, lo que significaba que dentro de dos o tres semanas tendría a mis bebés en brazos. Al parecer, todo el dolor, sufrimiento y vergüenza que había sentido en los meses anteriores habían quedado en el olvido para traer esa constante felicidad que tanto le había hecho falta a mi vida.

Porque mi vida se había sometido a contantes sufrimientos y tristezas desde que había quedado embarazada, pero sabía que con la llegada de mis bebés todo eso cambiaría. Ya no importaría que mi antiguo novio tratara de volverme loca con sus continuos acosos, los cuales no había parado desde que lo había citado para hablar hacía unas semanas atrás, sin importarle lo que le había dicho en el desafortunado encuentro que tuvimos en el pasillo de mi apartamento, él seguía molestándome y sabía que dentro de poco tiempo Austin explotaría contra él, no importarían las habladurías de la prensa, que a pesar de ser cada vez menor, seguían diciendo cosas horribles contra mí y superaría el dolor que aún seguía en mi corazón cada vez que se mencionaba el nombre de mi padre. En fin, con la ayuda de mis bebés sabía que poco a poco superaría todas y cada una de las cosas que me tenían atada al pasado.

—Amor, ¿quieres que ya volvamos a casa?

Bajé de mis pensamientos para fijar mi mirada en mi novio, el cual estaba sentado a mi lado. Estábamos en la pequeña librería de su abuelo, luego de que al salir de la consulta le había insistido tanto que no le había quedado otra opción que llevarme. —No, amor. Era en serio cuando te decía que estaba harta de estar en la casa, deja que converse un poco con tu abuelo —Sonreí, mirando hacia el abuelo de Austin, quien estaba atendiendo a una joven pareja que no hacía ni quince minutos que había llegado.

Sentí como un bufido de exasperación salía de sus labios. Sabía que no le agradaba la idea de que estuviera fuera de casa faltando pocas semanas para el nacimiento de las bebés, pero si estaba más tiempo encerrada en ese apartamento me terminaría volviendo loca. —De acuerdo.

Tomé una de sus manos para entrelazar sus dedos con los míos, acomodando mi espalda en el respaldar del pequeño sofá donde estaba sentada junto a Austin.

—Amor... —susurré, con una pequeña sonrisa en mis labios. Austin me miró con ternura, imaginando que era lo que quería—. Sabes ahora nos entró un deseo de comer pan de zanahoria con una batida de kiwi real...

Al escucharme soltó un suspiro, formando una dulce sonrisa en sus labios. —Iré a conseguirlo enseguida, amor... —Se levantó del asiento, dejando un casto beso en mis labios para luego dirigirse a la salida del lugar.

— ¿Y cómo va el embarazo? Espero que esas nenas sigan creciendo saludables... —susurró, Andrew con esa paz y tranquilidad que lo caracterizaba, unos minutos después de que Austin saliera de la librería.

—Claro, ellas al parecer están deseosas de salir del vientre de mami y respirar por primera vez... —Sólo con decirlo experimentaba cosas que nunca antes había hecho. Estaba tan feliz, y en momentos como esos, me quedaba claro que a pesar de todo, mis bebés eran una bendición.

—Estoy ansioso por conocerlas. —Sonreí, era increíble cómo él estaba tan entusiasmado con toda la idea de ser bisabuelo por elección cuando Jackson, su hijo, me odiaba por ese mismo hecho.

Nueva vida, Nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora