Una semana. Había pasado una semana desde que el inhumano de John Geisler me había amenazado con acabar de una vez por todas con la vida de mis bebés. Y sorprendentemente, hasta ahora, solo había sido eso: Una simple amenaza, y lo agradecía con todo mi corazón.
Y llevaba esa semana completa conteniéndome, respirando profundamente, pero con Allison, Katherine y Caleb, era en vano. Me tenían cansada, fastidiada. No me dejaban ir ni siquiera al baño en paz. Se la pasaban detrás de mí todo el día comprobando que nadie me mataría. Patético, porque si John quería matarme lo haría de todos modos. Con ellos encima o no de mí.
Pero había dejado de lado mi paranoia (Me había quedado claro que John era un cobarde), para preocuparme por mis verdaderos problemas: Mis bebés. No los consideraba un error, pero era un horror todo lo que el embarazo estaba causando en mí con tan sólo doce semanas.
Las náuseas no habían desaparecido, mi vientre picaba, mis senos estaban más sensibles que nunca, tenía manchas en la piel, sueño, cansancio, acidez, tenía que ir frecuentemente al baño a hacer pipí y durar por lo menos quince minutos sentada hasta terminar, por último y lo que más me preocupaba, mi vientre empezaba a notarse considerablemente, lo que significaba que dentro de muy poco todos sabrían que estaba embarazada.
El único beneficio del embarazo (además de que en poco tiempo tendría a mis bebés en brazos) era que estaba más bella que antes. Mi piel, a pesar de las horribles manchas que tenía causadas por el sol, estaba radiante. Y todos lo notaban, los chicos de la escuela, las revistas (pues de vez en cuanto estaban detrás de mí para enterarse de algún chisme), Austin y casi la mitad de la población masculina de Los Ángeles.
—... ¡Gracias a Dios que los bebés están bien! —susurró Allison bajándome de mis pensamientos, mientras salíamos de la clínica.
—Sí, es un gran alivio.
Mi obstetra había realizado las pruebas correspondientes a la semana doce de mi embarazo y, gracias a Dios, a mis bebés no se les habían diagnosticado ninguna anomalía, lo que significaba que su desarrollo iba perfectamente.
— ¿Quieres ir a almorzar antes de ir a la librería?
La miré fijamente. — ¿Es en serio? —Asintió—. No puedo, son casi las doce del mediodía y se suponía que debía estar en la librería a las once en punto. –Entré en el coche del novio de Allison, dando la conversación por terminada.
No quería tentar la amabilidad de su abuelo. Además, me dolía la cabeza, tenía sed, calor, sueño. En definitiva, estaba de mal humor, aunque, técnicamente, yo siempre estaba así.
Pero dos horas y medias después, me estaba lamentando haber rechazado la oferta de Allison de ir a almorzar. Moría de hambre, y ella se había ido a comer con Kendall. Me desmayaría sino ingería alimento en unos veinte minutos.
— ¿Quieres ir a almorzar?
Miré a Austin con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba mejorando en eso de seguirle la corriente. —Me encantaría.
— ¿Qué te parece ir a un restaurante que está a una cuadra de aquí?
—No sé, lo único que quiero es comer. –Agarré mi bolso. En serio estaba hambrienta.
Luego de quince minutos de caminata llegamos a un pequeño y delicado restaurante llamado Jake's. Nos sentamos en una mesa cerca del gran ventanal con el nombre del lugar y esperamos a que un amable chico tomara nuestra orden.
— ¿Listos para ordenar? –preguntó, mirándome sin disimulo alguno.
—Una ensalada de pasta con atún y un zumo de naranja. —El chico no había quitado la mirada de mí ni siquiera cuando anotaba lo que un irritado Austin decía.
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Nueva vida, Nuevo comienzo
Fiksi RemajaLa vida puede cambiar en un instante. Un día eres la persona más popular de la escuela y amada por todos en las redes sociales, y al siguiente eres la persona más odiada de esos mismos lugares. Toda acción, trae una consecuencia, sea buena o mala, y...