Capítulo III

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Nunca olvidaría la cara que mi hermano había puesto al escuchar mis palabras, lo había decepcionado mucho. Sabía que él nunca se había esperado eso de mí, porque también había sido parte de todos esos planes y metas que desde pequeña me había trazado, pues convertirse en una famosa bailarina no pasaba de la noche a la mañana, y menos cuando se tenía sobre los hombros el peso de ser hija de una de las más destacadas bailarina de ballet contemporáneo en todo Estados Unidos de América.

—Perdóname... —susurré, aferrándome a sus manos cuando él intentó alejarse de mí —. Sé que cometí un error, Alex, pero no podría soportar el hecho de que no me apoyes en esto...

Deseaba con desesperación que él dijera algo, que me gritara si era necesario, pero me estaba matando lentamente su silencio.

» Alex, por favor, háblame. —Y luego de unos minutos, en los que pensé que él nunca me perdonaría, vi como él se levantaba del columpio, hincándose frente a mí.

—No voy a negar el hecho de que esta noticia no me gusta para nada ni que en estos momentos tengo deseos de estrangular a Tyler, pero... —Empezó a acariciar mi cabello, y si hubiese sido en otra ocasión le habría dado miles de besos—, sabes que siempre estaré aquí para ti, y nunca podría abandonarte ni dejarte atravesar sola por esto. —Amaba que mi hermano siempre estuviera para consolarme cuando más lo necesitaba.

—Muchas gracias por tu apoyo —susurré, tomando su mano izquierda que descansaba en mi mejilla para apretarla en señal de cariño—, porque sé que sin ti no podría pensar siquiera en salir adelante... —Y como era una costumbre ya, las lágrimas seguían bajando por mis mejillas con cada palabra que salía de mi boca.

Empezó a secarlas con su pulgar. —Tranquila, pequeña.

—Quiero tener el bebé —Lo miré con los ojos aún llorosos, luego de unos minutos en los que sólo habíamos permanecido en silencio—, él o ella no tiene la culpa de nada y no tengo el derecho de quitarle la vida a un pequeño ser que ni siquiera pidió venir.

—No sabes lo orgulloso que me hace sentir que digas eso, mi pequeñita... —Y para confirmar sus palabras embozó una sonrisa—, pero, ¿ya hablaste con papá? —Negué, escondiendo mis ojos en sus hombros. Sabía que las cosas con mi padre no serían como con mi hermano, era muy difícil que él me perdonara cuando se enterara—. Cariño, tienes que decirle antes de que sea demasiado tarde.

—Papá no querrá volver a verme cuando le diga; me pedirá que me vaya... —Mi voz sonaba entrecortada, y era que me aterraba esa idea. Mi padre siempre había sido mi debilidad, mi modelo a seguir y si él no me apoyaba no sabría qué haría.

—No te preocupes; no creo que él haga algo así... —Me miró tratando de convencerme. Lástima que no lo haría tan fácilmente, no hasta que eso fuese un hecho—. Además, si eso llegase a suceder me tendrías a mí, porque yo nunca te dejaré.

La noche no había terminado tan mal como esperaba, y era que gracias al consuelo de Alexander contaba con una nueva perspectiva de lo que significaba convertirse en madre. Además, me había ayudado a fingir que la temperatura me había empezado a subir, por lo que me despedí de todos para encerrarme en mi dormitorio a descansar.



[...]



La mejor manera de despertar luego de haber pasado una mala noche definitivamente no era por el ruidoso sonido de un celular que no dejaba de insistir. Había considerado seriamente tirar el aparatito contra el suelo para que parara de sonar, pero luego había pensado en que lo más probable era que en los siguientes meses no tendría suficiente dinero como para darme el lujo de destruir el único celular que tendría en mucho tiempo.

Nueva vida, Nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora