Capítulo XXIII

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«Elizabeth MacArthur engañó a Tyler Geisler.

A todos no ha dejado con la boca abierta enterarnos de que la hija del empresario Steeven MacArthur, está esperando un hijo con tan sólo diecisiete años. Pero al parecer la joven MacArthur no ha terminado con las sorpresas y su, al parecer, nuevo novio, declaró delante de los paparazzis que el bebé que la joven está esperando no es de su antigua pareja, sino que él, Austin Williams, un chico que al igual que MacArthur estaba en una relación con otra chica recientemente.

Esta declaración ha causado un gran alboroto entre las personas que admiraban a la exitosa adolescente y su antigua relación con el guapo Tyler Geisler...»

Todo lo que decían de mí era simplemente increíble. Llevaba alrededor de media hora leyendo todas y cada una de las idioteces que habían escrito sobre el padre de mis bebés y, hasta ahora esa publicación era la más decente, porque las demás eran totalmente denigrantes. Todos estaban escribiendo sobre mí, como si yo fuese una completa zorra que había engañado al imbécil de Tyler, cuando en realidad había sido todo lo contrario.

Habían escritos cosas tan horribles que, hasta yo misma me sorprendía de no estar llorando como una bebé en esos momentos. Me habían llamado zorra, perra, estúpida, puta..., y toda clase de insultos que una persona pudiera imaginar, y yo tenía que soportar cada estupidez que leía si quería que mis bebés estuvieran a salvo del despreciable ser que les había tocado por abuelo.

La verdad era que estaba llegando a admirarme a mí misma por todo lo que estaba soportando con la frente en alto. Sabía que si no fuese por la fortaleza que me brindaban mis bebés y las personas que amaba, en esos momentos, no sería capaz de seguir adelante. Y no era porque fuese una persona débil, al contrario, siempre había poseído cierta seguridad y confianza, que a pesar de ser poca, me habían ayudado a vencer los obstáculos que la vida me ponía enfrente, pero todo ese asunto de mi embarazo y las horribles cosas que decían sobre mí, me tenían al borde de tirar la toalla. La única razón por la que todavía no lo había hecho era por ellos, porque debía ser valiente, fuerte y capaz para, en un futuro no tan lejano, disfrutar de la dicha que sabía bien, mis bebés traerían a mi vida y formar la hermosa familia que siempre había soñado... Y si Austin quería podía ser parte de ella.

—...Elizabeth, ¿en qué estás pensando? —Sólo escuchar su dulce voz había provocado que una pequeña sonrisa se formara en mis labios, olvidándome de que hacía unos minutos quería llorar.

—En nada. —No quería preocuparlo con todos mis problemas mentales, ya él tenía demasiados gracias a mí como para que ahora tuviera que cargar con los míos.

Austin levantó una ceja, antes de observar atentamente mi celular, el cual todavía estaba en la página que hacía diez minutos leía. Volvió a mirarme con desaprobación. — ¿Por qué te gusta atormentarte con lo que lo demás dicen sobre ti?

—No estaba...

— ¿A no? —Me miró por unos segundos para luego quitarme el celular y empezar a leer. Negó varias veces con su cabeza antes de volver a dirigirme la palabra—. Cariño, leer esto no te hace bien.

— ¿Cómo lo sabes? —Había soltado cada palabra con un tono tan desagradable que inmediatamente me había arrepentido. Austin no tenía la culpa de nada. Si había alguien con quien debía desquitármela era conmigo misma por ser tan idiota por relacionarme con las personas menos indicadas.

Austin tomó mi mano para empezar a acariciarla lentamente mientras me miraba. —Lo sé, porque te conozco lo suficiente como para entender que cada vez que lees algún insulto hacia ti, te sientes mal, aunque trates de ocultarlo debajo de esa fachada de chica ruda, eres una la persona más sensible que conozco...

Nueva vida, Nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora