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Oscar estaba sentando en uno de los bancos de aquella panadería, se encontraba leyendo un libro que se veía llamativo a simple vista.

Romer entró por aquella puerta, la cual hizo un ruido por lo vieja que era, esa panadería tenía muchos años y según la gente del pueblo había pasado de generación en generación.

Romer había entrado a aquella panadería ya que buscaba algo de tranquilidad

El pelinegro se sentó en una de las mesas alejadas y sacó un pequeño libro de su bolsa para empezar a leerlo.
Oscar tenía más que claro que le gustaban los hombres, pero... suponía que no estaba en la época correcta para poder serlo abiertamente.
El castaño estaba decidido hablarle al desconocido, no se le hacía mala idea así que sin más decidió hablarle.
"Hey, eres demasiado atractivo" no. "Hola, me llamas la atención. ¿Quieres salir conmigo uno de estos días?" no. Definitivamente no tenía ni la más mínima idea para poder acercarse a él. Solo el impulso lo hizo hacerlo.

—Hola.— Habló con voz firme.— Soy Oscar, tu libro se me hizo interesante. ¿Dónde lo conseguiste?

—H-hola.— Habló con pesadez. En su casa bien le habían dicho que hablar con gente de clase inferior estaba mal, sobre todo si se trataba de un chico.— Soy Romer y el libro lo conseguí en la biblioteca del otro lado del lago.

—Gracias, ¿Puedo sentarme?-- El menor asintió y Oscar se sentó.—No quiero sonar entrometido pero ¿Que hace una persona de claramente clase alta en una panadería de mala muerte?—El castaño miró al pelinegro con curiosidad y este le regaló una sonrisa algo tímida.

—Este es un lugar muy tranquilo dónde puedo venir a leer sin problemas ¿Eso responde tu pregunta?—Rió bajo.

—No del todo pero me conformo.

—¿A qué viniste?—Habló en un tono serio.

—Conocer gente de este lugar no es mala idea. ¿Tienes problema con eso?

—Somos dos hombres, nos pueden mirar raro.—El silencio empezó a reinar en esa mesa. Un silencio bastante largo e incómodo para ambos.

Las preguntas infinitas vivían en la mente del castaño. Mientras que en la mente de Romer solo habitaban el nerviosismo y la preocupación de que alguien de su familia o algún conocido lo viera y el rumor de que el hijo de una familia muy importante fuera encontrado hablando en el pueblo con un hombre de clase baja.

¿Que pensaría la gente?

¿Que era homosexual?

Odiaba el hecho de solo pensar que la reputación de su familia se acabaría.

Hasta ese punto Oscar sentía que las cosas acabarían un tanto mal pero decidió ignorarlo ya que una parte de él deseaba poder conocer a ese pelinegro de ojos cafés que tanto llamaba su atención.

Oscar era muy diferente a Romer, su familia solía dejarlo ir y regresar a cualquier hora, tenía mucha libertad a excepción de las ideas erróneas de las personas homosexuales claro está.

Después de unos cuantos minutos que para los dos habían sido eternos el silencio abandonó el lugar dejando un ambiente pesado en ambos.

—Puede que tengas razón pero pienso que no tendría por qué importarle a la gente.

—Si pero—Sus palabras fueron interrumpidas por la voz de Oscar.

—Pero tampoco quiero que te sientas como si te fuera a proponer matrimonio o algo parecido.—Habló con ironía.—Solo quiero que me permitas tu amistad.—Oscar no iba a mentir que sentía un especie de miedo a la respuesta que le podría dar el castaño.

—Está bien, tú ganas. ¿Ahora me dejarás leer?

—Si, gracias.—contestó.—¿Mañana estarás en el pueblo?

—Si. ¿Por qué la pregunta?

-—Curiosidad.— Mintió de manera obvia.-- ¿Podemos vernos en el muelle junto al lago?—Un pensamiento que lo maldecia de todas las maneras posibles se hizo presente, tenía miedo a que Romer dijera que no.

—Supongo que no sería mala idea.—Rió tímido.

No tenía muchos amigos, su madre se encargaba de alejarlos por qué decía que tener amigos era una perdida de tiempo y si eran hombres tenía que tener cuidado de que no fueran homosexuales o a lo que ella le llamaría "raritos."

—¿Te parece a esta hora?

El reloj marcaba las ocho y media de la noche, a esa hora la mayoría de la gente del pueblo solía encerrarse en sus casas y no salir hasta la mañana siguiente. Claro que no les importó. Eran dos adolescentes al fin y al cabo, uno de dieciséis años inseguro de cualquier acción que hiciera por miedo a romper la reputación de la familia y otro de diecisiete años demasiado liberal, sin miedo al que dirán los demás. Eran polos opuestos si se les podía llamar así.

 
—Si, está bien.—Hizo un pequeña pausa.— Ahora, ¿Me dejarás leer en paz? llevas aquí media hora.

—Ya me iba, gracias por aceptar la propuesta.—El castaño dejó el lugar con una sonrisa.

El pelinegro estaba feliz por qué tendría un amigo en el pueblo, tendría a alguien cercano por primera vez en años, Romer solo buscaba una amistad ¿no?
Romer era un chico tranquilo, un poco reservado, buscaba la tranquilidad en cualquier lado que no fuera su hogar lleno de regaños hacia él por parecer y comportarse como uno de esos raritos, lo que más odiaba su familia era eso, Romer odiaba aquello así que le gustaba ir al pueblo a tomar aire y pasear por el lago o los bosques, solo para buscar su linda tranquilidad y para él la tranquilidad se encontraba de distintas maneras, la tranquilidad no solo te la da un lugar en silencio, a veces te la dan las personas que te dispones a amar por el resto de tu vida, es como tu propia burbuja donde nadie te saca de ella, la tranquilidad que tanto el buscaba era lo que su familia más odiaba. Su tranquilidad tenía nombre y apellido.

Regresando a su casa lo único que podía esperar Romer eran reproches de su madre

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Regresando a su casa lo único que podía esperar Romer eran reproches de su madre. Caminó por los pasillos de su casa y ahí estaba su madre a lado de la puerta de su habitación, viéndolo con enojo. Claramente estaba molesta de que su hijo llegara a “altas” horas de la noche y Romer lo sabía, ya no quedaba nada más que escuchar los regaños e irse a dormir.

—Romer.—Habló la mujer con tono claramente molesto.— ¿Que te había dicho de llegar a estas horas?

—Lo siento, no sentí el tiempo pasar.— Dijo con mirada al piso.

—No me interesa ni un poco. Dime dónde estabas.— La mujer hablaba con un tono bastante frio.

—Estuve en la biblioteca y después fui a la panadería del pueblo.— Romer tenía miedo y no lo iba a negar, el ambiente de ese pasillo se había vuelto bastante tenso.

—Deja esos libros ya, no vas a sobrevivir de eso.—Soltó sin más.—Y deja de ir al pueblo. ¿Acaso no tienes casa?

—Lo siento si te molesta, me gusta estar ahí. Está lleno de bosques y lagos que generan paz y tranquilidad.— Dijo intentando sonar firme pero se estaba muriendo de miedo por dentro.

—Ten cuidado con quien hablas en ese pueblo, podría ser un raro o alguien de clase baja, Romer.— Habló la mujer en tono calmado abandonado el lugar y dejando un rotundo silencio en los pasillos.

El miedo todavía seguía en el cuerpo del menor. Entró a su habitación y sin pensarlo dos veces se tiró a su cama cayendo en un sueño profundo. A la mañana siguiente iría al pueblo a pasar el rato y sobre todo ver a su nuevo “amigo ”.

Amor de otoño.  [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora