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La mañana había hecho presencia en todo el pueblo, una mañana fría pero bastante linda.
Oscar se encontraba en la pequeña cocina de su casa, sentado en una de las sillas mientras leía un libro y tomaba su preciado café negro. Su madre salió de su habitación y miró a su hijo, le dió un beso en su frente y lo abrazó.

—Buen día, lindo ¿Cómo te fue en tu madrugada?—Preguntó su madre.

—¿Que?—El menor se había sorprendido de que su madre supiera de su salida nocturna.

—¿Creíste que no me había dado cuenta? Te vi salir en plena lluvia, y también te vi pasar rápidamente por la casa a lado de Romer.

—Lo siento...

—Oh, no, no estoy molesta, se ven lindos juntos, tu eres libre de hacer lo que quieras, así que no te preocupes, lindo.—La mujer le sonrió, tomó su café y se alistó para salir a la panadería.

—Bien...¿Necesitas que te ayude en algo?

—No, hoy solo estaré un par de horas, lo que sobra del tiempo estaré tomando tiempo para mí, te deje la suficiente comida para ti, así que no me esperes hasta la noche. Nos vemos.—La mujer abrazó a Oscar y retiró del lugar.

Otra mañana más, otro día más con su chico, todo era perfecto.
Después de unas horas de estar en el pueblo solo esperaba el momento para verse con su amado chico.
Y así eran los días, muy repetitivos pero no aburridos. Mientras que los chicos pasaban el día de la mejor manera en casa de Romer todo estaba dando vueltas de una forma bastante brusca.

—Me sorprende el ritmo que ha llevado Romer estos días.—Dijo Carlos mientras ordenaba la ropa en su habitación.

—A mí también, ni siquiera sé dónde está ahora, no avisó, solo salió y ya.—Le contestó Mark.

Para su desgracia una de las cuantas empleadas de la casa pasaba y mientras limpiaba el pasillo escuchó toda la conversación. Tenía dos opciones; ignorar todo o intentar hablar con la madre de los chicos.

Y aquí comenzaba todo.

—Hacen linda pareja pero siempre se arriesgan a qué sean descubiertos, la verdad no los entiendo, o tal vez soy demasiado viejo para el amor joven.—Habló Mark.

Un ruido se escuchó en la parte de afuera de la habitación y ambos chicos se miraron mutuamente.

—Cállate.—Le susurró Carlos y se acercó a la puerta para poder escuchar más. Escuchó unos pasos rápidos dejando el pasillo y supo que alguien los había escuchado.—Romer está en problemas y es por nuestra culpa.—Habló preocupado.—Le dirá a mamá, después de todo ella le paga.

—No, no, no, Romer nos matará, ¿Que haremos?—Preguntó el mayor con preocupación.

—Tenemos que hacer algo para que nada le pase.

—Tengo una idea, volver a salir junto a Romer pero también hay que cuidar de que nadie los vea en el pueblo...¿Existe un lugar lejos del pueblo dónde se pueda amar sin morir?

—¿Eso existirá algún día?

—Quiero desaparecer.—Se quejó el mayor.

—En primera; no deberíamos preocuparnos, no creo que sea capaz de hablar lo que escuchó con mamá. Y en segunda; sigamos arreglando la ropa y de paso te arreglas ese cabello, el café oscuro se te ve opaco.

—Tu cabello rubio dice lo mismo, se parece al de mamá, que desgracia.

—Con mi cabello no, idiota.

Así estuvieron todo el día, peleando por cualquier estupidez y hablando de sus cabellos. Sin mucho sentido a decir verdad.

—Llegamos, este es el pueblo del otro lado del gran río

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—Llegamos, este es el pueblo del otro lado del gran río. Es pequeño, no hay muchos habitantes, y es bastante hermoso.—Habló Oscar.

—Pensé que el camino sería más largo pero no, este lugar es hermoso.—Saltó al castaño y lo abrazó.—¡Te amo tanto!—El pelinegro besó al mayor mientras lo seguía abrazando.

—Me alegra que te guste.—Le dejó un pequeño beso en los labios, ambos se separaron y decidieron buscar un lugar donde permanecer el resto del día.

Diez días para que el otoño se fuera sin dejar rastro, diez días para que la nieve cayera de la mejor manera, diez días de tortura.

Los sentimientos que ambos se tenían con suerte habían sobrevivido a todo lo ocurrido pero ahora estaban otra vez en riesgo. Cómo se ha dicho antes en un pueblo pequeño no hay rumor que se escape.

El rumor de que el hijo de una familia importante estaba saliendo con un chico de clase baja a penas y llegaba a cuatro personas, y estos en busca de la pareja para deshacer los pecados de un pueblo santo que se mantiene conservador desde que fué fundado. El rumor estaba corriendo rápido y al paso que iba la gente no dudaría en linchar a ambos chicos. La última semana de otoño...
Todo esto pasaba por culpa de los hermanos, que sin siquiera darse cuenta de lo que había pasado seguían felices hablando de la pareja.

Seguían pasando los días y gracias al destino el rumor no había salido del pueblo ni tampoco había llegado a oídos de la familia de la pareja. Aunque no tardaría en pasar.

—Me gustaría expresar mi amor en cartas, sería un detalle lindo.—Dijo el Romer.

—Las cartas son lindas, intenta hacer una cuando tengas tiempo.—El mayor abrazó al pelinegro.—Tienes que volver a casa, te prometo estar en el pueblo como de costumbre.

—Bien, nos veremos mañana.—Se despidió con un beso y dejó el lugar.

Amor de otoño.  [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora