Oscar y Romer se buscaban mutuamente pero sabían que existía un lugar en el que se encontrarían fácil. La panadería.
Ambos corrieron hacia esta y Romer fué el primero en entrar. Oscar lo vió llegar y lo tomó del brazo para irse lejos.
—Tenemos que correr.—Le dijo Oscar.
El menor solo asintió y ambos corrieron hasta algún lugar bastante lejos del pueblo. Llegaron a una pequeña cabaña que al parecer estaba abandonada.
—¿Que se supone que vamos a hacer?—Preguntó desesperado el mayor.
—No lo sé, podemos escondernos y esperar a que todo pase, pero no creo que esto dure mucho.—Le respondió el pelinegro.
—No creí que esto llegaría...—Miró al cielo con la esperanza de poder sobrevivir.
—Tenemos que pasar la noche aquí, no es seguro estar en mi casa y tampoco quiero arriesgar a tú madre.—La respiración de Romer estaba agitada.
—Voy limpiar esto, intenta tranquilizarte.—Oscar se acercó a Romer.—Todo estará bien...—El mayor besó a el pelinegro.
Mientras que en el pueblo todo estaba en alboroto, letreros por todos lados, familias preocupadas y vidas en riesgo.
Nueve días para el final del otoño.
Carlos y Mark no sabían nada de su hermano, deseaban que se alejara e intentara vivir una vida independiente, lejos de todo el caos que ahora se estaba apoderando del pueblo.—Desearía volver a verlo, ni me pude despedir y ahora no se si lo podré ver una vez más, todo por nuestra jodida culpa.—Dijo Mark.
—Lo volveremos a ver, no le pasará nada, ni a él ni a Oscar.—Le aseguró Carlos.
—¿Cuando? ¿No lo sabes verdad? ¿Hasta el próximo año? ¿Enserio crees que el pueblo los olvide?—Mark estaba tan estresado y las preguntas lo mataban mentalmente.
—No, no sé cuándo lo volveremos a ver, pero sé que el pueblo los dejará de buscar, solo deben olvidarlo o simplemente cansarse de buscarlos. Ahora intenta calmarte.
—Si algo le pasa a esos dos no volveré a tocar el pueblo, no saldré de casa, la vida no tendrá sentido en lo absoluto.—El mayor se dejó caer en la cama.
—Ya...
La preocupación estaba matando internamente a Carlos, pero intentaba no ser pesimista y creer que todo estaría bien.
Pasaron dos días y el pueblo ahora conocía los nombres y los rostros de los dos adolescentes, con más razón los buscarían hasta hallar con ellos y después deshacerse del par de amantes de lo prohibido.
Siete días para decir adiós... Al otoño ¿Cierto?
La cabaña donde ahora se refugiaban los adolescentes quedaba lo bastantes alejado y dudaban que fuesen encontrados.
Ambos sabían que aún seguían corriendo riesgo pero necesitaban conseguir comida o de lo contrario morirían de hambre.—Vamos, tenemos que ir al pueblo por comida, al menos a casa de mamá, creo que ahí también estaremos bien pero es mejor no arriesgar a terceros.—Le dijo Oscar.
—Bien, busquemos la manera de que nadie sepa quién somos y listo. Fácil ¿No?
Cómo pudieron salieron al pueblo. Y así un par de días más, buscando comida para poder sobrevivir de una multitud que los quería muertos. Algo normal.
—Cariño, tienes que volver a casa, estarás mejor.—El mayor tocó la mejilla de su amado.
—¿Que me asegura que estarás bien?
—Dije que te cuidaría, tienes que irte, yo podré solo si estás a salvó hasta que todo esto pase...
—Oscar...
—Regresa con tus hermanos y no salgas, no toques este pueblo otra vez si es posible.
El menor asintió y regresó a casa lo más rápido que pudo, sin que nadie lo notara. Tocó la habitación de Carlos y sus hermanos lo miraban como si fuera un fantasma.
Lo abrazaron y antes de que hiciera otra cosa sintió una mano delicada, sabía de quién se trataba. ¿Esto no puede salir peor? Fué lo único que pensó en ese momento.—No recuerdo haberte dicho que tenías la libertad de salir.—Su madre le regaló una sonrisa forzada.—¿Acaso no te das cuenta que todo el pueblo te busca? Eres tan idiota, debes quedarte aquí o morirás por tu propia culpa. Solo por qué te enamoraste de un chico. Que ridículo.—La mujer le miró con desprecio y lo tomó del hombro.—Escucha bien, no vas a salir de esta casa, dile adiós a tú amante por qué no creo que salga vivo. Haré que la culpa le quede a el, me creerán a mi y si no lo hacen haré que lo hagan. Y estarás ahí para verlo todo.—Se dió la vuelta y se fué.
—No, no puede hacerlo ¿Verdad?—Romer cayó de rodillas al suelo.—Ella no es capaz de hacer sufrir a su propio hijo ¿Verdad? Dime qué es verdad, díganme que esto es una pesadilla, nunca conocí a Oscar, su vida no está en peligro por mi culpa.—El pelinegro estaba entrando en pánico, en una especie de negación.
—Romer, lo siento, pero desgraciadamente tu realidad está jodida, no puedes actuar como si nada pasara, tienes que huir de aquí... Por el bien de tu relación... Tienes que decirnos adiós.—De la mejilla de Mark se desbordaba una lágrima de dolor.
—Mañana, antes del amanecer tienes que irte y asegurarte de que Oscar esté bien. Mamá es un jodido peligro, no permitas que nada les pase, por favor... Romer, si te pierdo moriré y hablo enserio.—Habló Carlos.
—Tengo las lleves de toda la casa, podrás salir sin problemas. Pero promete que te irás lejos, no regreses aquí y si lo haces lo harás con Oscar a tu lado.—Mark abrazó a su hermano y todos se dirigieron a sus habitaciones para intentar dormir y no fallar en el intento.
La madre de los chicos tenía una sospecha de lo que intentaban hacer y para no arriesgarse decidió encerrar a los tres en sus respectivas habitaciones. Nadie saldría y nadie entraría.
Una vez más, estaban jodidos y cada día más.
Ya no había escapatorias, pero Romer estaba teniendo una de las decisiones más estables. Salir de ahí lo más vivo posible junto a su chico.
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Amor de otoño. [✔️]
AventuraUna historia de amor en la época incorrecta, religiones diferentes, donde amar a alguien de tu mismo sexo está penado incluso por la muerte.