XIV 🍁

28 7 1
                                    

Recién amanecía en el pueblo y los tres hermanos descansaban en el piso, después de un día y una noche bastante larga necesitaban descansar.
Mark fué el primero en levantarse, se dirigió a la puerta para irse sin despertar a sus hermanos, lo cual no le funcionó, Carlos se levantó de golpe, lo que provocó que Romer también lo hiciera.

—Buenos días...—Habló Carlos con voz ronca.

—¿Por qué están despiertos?—Preguntó Romer.

—Cállate.—Le ordenó el mayor.—¿Quieren ir al pueblo?

—No es mala idea, vamos, rápido.—A Romer se le había desvanecido todo su cansancio y sus ganas de seguir durmiendo se esfumaron.

—¿Te irás en pijama para ver a tu amado?—Le preguntó el menor.

—Cierto.

Los tres se fueron a sus habitaciones y se alistaron para ir al pueblo sin ninguna razón en específico. Romer tenía una pero los demás no.
Salieron de su gran hogar y caminaron hasta el pueblo con tranquilidad.

—Es bastante temprano para venir a este pueblo, no desayunamos, en cualquier momento me desmayo.—Exageró Carlos.

—Lo siento tanto por irrumpir tu mañana.—Le contestó Mark.

Ambos seguían peleando por cualquier razón estúpida, mientras que Romer tenía un mal presentimiento de lo que pasaría si a su madre le llegaba el rumor de su vida privada, acabaría bastante mal, y para empeorar su situación, no solo sería el, si no, también arrastraría a sus hermanos en eso, cosa que no era ni nunca sería culpa de ellos

De tanto pensar no se había dado cuenta que estaban a punto de llegar al pueblo.

—Querido Romer, nos vemos, no te tardes tanto con tu parejita, te recuerdo que nos fuimos sin avisar y no debemos tardar, en menos de una hora nos vemos aquí.—Le ordenó el mayor y él se limitó a asentir.

Romer se fue del lugar, dejando a los dos chicos ahí. Caminaba con la necesidad de ver al castaño que alegraba sus días.

Caminó hacia la panadería y ahí estaba él, con una sonrisa en su rostro, se veía demasiado lindo, según Romer.

—¿Cariño, que haces aquí? Pensé que no vendrías seguido.—Habló con voz suave.

—Mis hermanos vinieron, igual no tengo mucho tiempo, pensé en venir a verte, no se si haya sido un buen momento.—Dijo en tono bajo.

—Tranquilo, no pasa nada, si quieres puedes irte, mi turno termina tarde. Oh, cierto, casi olvidaba, mamá dejó este regalo para tus hermanos y para ti, no es mucho pero me dijo que ustedes le agradaban. Ella hizo el pan solo para ustedes.—Le entregó dos bolsas de papel y una de las bolsas venia con una pequeña carta al lado.

—Esta es tuya.—Le dió la bolsa con la carta.—Y está de tus hermanos.

—Es perfecto, tu madre es maravillosa. Carlos se volverá loco.—Abrazó al mayor.—Gracias.

—No hay problema.—Le sonrió.—Tengan cuidado, disfruten el regalo, nos vemos cuando vuelvas a venir.—Volvió a abrazar al menor.—Te amo...—Le susurró al oído.

Romer sonrió y se dirigió a la salida, con una sonrisa en su rostro se despidió del mayor.
El pelinegro tenía tantas ganas de verlo a diario y poder expresarse mejor de sí mismo, necesitaba hacerlo pero algo en su interior no se lo permitía, una parte del antiguo Romer seguía ahí, con el mal presentimiento de la situación.

Caminó hasta dónde se había despedido de sus hermanos y los encontró justo en el mismo, parecía que no se hubieran movido ni un poco en todo el tiempo que estuvo ausente.

—¿Y eso que es?—Mark señaló las bolsas.

—Oscar me los dió, es un regalo para ustedes. Tengan.—Les entregó una bolsa.

—Estoy empezando a disfrutar esto.—Dijo Mark

—Si, ya cállate y dame.—Le dijo Carlos.

—Vamos a casa, mamá estará molesta si nos tardamos más.—Aclaró Romer y los dos chicos asintieron para después caminar por las calles del pequeño pueblo y desgraciadamente llegar a su hogar.

Después de varios minutos de camino por fin llegaron.

—Ustedes.—Se escuchó una voz arrogante y delicada a la vez. Si, eso era posible según los hermanos.—¿Se puede saber que hacían fuera de casa?—Era su madre, quién estaba a lado de la puerta mirándolos con desprecio.

—Los llevé a la panadería yo. Es mi culpa ¿Hay algún problema? No los dejé solos.—Habló primero Mark.

—Ese pueblo no les ayudará en nada, no sé que tanto buscan, aquí lo tienen todo.—Les habló en un tono arrogante y con una mirada de odio. Tal vez esa imaginación de los hermanos.

—¿Podemos entrar al menos?—Preguntó el menor.

La mujer solo volteó los ojos, se retiró del lugar, dejando el aire tenso y a los hermanos con miedo.

—Creo que debimos pedir permiso.—Habló Romer.

—Su mirada me da miedo. Es demasiado fría.—Les dijo Carlos.

—Ella da miedo.—Rió Mark.

Los tres subieron las escaleras, se dirigieron a la habitación de Romer, a la cuál ya se habían mudado indirectamente. Todos se recostaron en el piso, cansados de tanto caminar, y con sus dos bolsas intactas.

—Me siento tan cansado.—Se quejó el menor.—Esto de ayudar a hermanos es cansado.

—Cállate y come lo que te dieron, no eres el único.—Le regañó Mark.

—Cállense ambos.—Les dijo Romer.

Todo estaba en silencio, en bastante tranquilidad, era lindo y a la vez preocupante, sus hermanos eran buenos con él , no cualquiera te ayuda a esconder tu vida privada de la multitud llamada familia. Eran una excepción, ellos eran la diferencia, ellos pensaban diferente a los demás. Carlos quería que algo en la familia cambiara. Mark solo entendía un poco mejor las cosas. Y Romer, Romer solo quería cambiar el mismo.

Romer miraba el techo. Se levantó y vió una pequeña nota en su bolsa y recordó la carta que estaba atada a la bolsa que le había dado Oscar. Rápidamente la tomó y le leyó con mucha atención.

” si estas leyendo esto, sólo diré que, no sé, ni tengo la más mínima idea de porque te entregué esto, tampoco tengo idea de qué te diré, intentaré ser claro, tal vez sea corto, está hoja no tiene espacio suficiente para expresarme mil veces mejor”

Romer sonrió. Le dió vuelta a la pequeña hoja para seguir leyendo.

Tomaste el control de mis sentimientos desde el día en el que te conocí, aunque los días han sido pocos, para mí ha sido el tiempo suficiente para poder conocerte. Tal vez no por completo pero lo he hecho, conozco una pequeña parte de ti y me gusta.

Dime lo que me hiciste, necesito saberlo, eres bastante especial. Y si sigues teniendo miedo sobre esto... Solo te diré que todo estará bien, todo estará bien si nos quedamos juntos, te ayudaré en todo, por qué te amo de verdad. Sean cuales sean las adversidades. Soy capaz de esperarte el tiempo necesario para que estés seguro de esto, haré cualquier cosa por ti, prometo cuidarte

Cariño, confía en ti, así como yo confío en ti.

—Oscar.

Terminó de leer la carta, tenía ganas de llorar, se sentía tan feliz, ¿Acaso después de tantos años conocería el amor? ¿Cómo es que se sentía exactamente? ¿Se sentía así? Si era así quería estarlo todo el tiempo. Y por fin había encontrado su verdadera paz. Su paz que tanto deseó la terminó encontrando en unos ojos verdes, en un chico, en su posible amor.

Amor de otoño.  [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora