VI 🍁

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Un pueblo pequeño y tres personas caminando por distintos lugares en busca de una misma persona.
Ahí estaban dos hermanos buscando a su individuo y ahí estaba un chico de diecisiete años buscando a su "amigo" para tener una conversación normal en la panadería de sus padres.
Mientras la persona que buscaban a muerte estaba disfrutando de una mañana tranquila en la mesa más alejada de la panadería.

Oscar vió a los dos hermanos irse por un callejón que quedaba bastante lejos así que no sabrían que su hermano y el estaban en una casi cita. Entró a la panadería de sus padres y buscó con la mirada al pelinegro, caminó hacía él y se sentó en frente de este.

—Pensé que no vendrías.—Rió Romer.

—Tus hermanos te siguieron y te buscan como tesoro perdido.—Dijo el mayor con burla en sus palabras.

—Vámonos a un bosque. El más lejos.—Dijo desesperado.

—No creo que sepan de la existencia de esta panadería. Aparte se fueron para otro lado.—Habló el castaño mientras era prácticamente arrastrado a la salida por el menor.

—No importa. Solo vamos.—Contestó Romer.

Caminaron por unos minutos. Que para Oscar habían sido horas.
Llegaron a una especie de bosque, demasiado grande para ser un bosque. Estaban lo suficientemente alejados del pueblo y de los hermanos del pelinegro.

Caminaron por el bosque, había un pequeño puente de madera para cruzar, abajo de este corría un río con agua bastante clara. Había muchos caminos, escaleras de madera que llevaban a distintos lugares. Podían estar ahí un buen tiempo.

—Y bien… ¿Que hacemos aquí?—Preguntó Oscar.

—No tengo la más mínima idea de cómo llegamos y tampoco la tengo para regresar.

—Yo soy intelectual y me fijé en el camino así que yo si se volver.—Dijo el castaño a lo que el menor rodó los ojos.

—Por cierto ¿Cómo sabes que los que me buscan son mis hermanos?—Preguntó repentinamente el pelinegro.

Oscar le contó todo con detalles y el pelinegro escuchaba con atención la historia mientras pensaba en los hermanos tan raros que tenía.

—Y después los ví cuando iba hacia la panadería pero se fueron por otro callejón que los llevaba más lejos.—Terminó de contar el mayor.

—Enserio lo siento por la forma en la que conociste a mis hermanos.—Se rió ante sus palabras.

—No hay problema...—Se quedó pensando por unos minutos.—¿Cuándo regresan tus padres?—Preguntó sin razón.

—No lo sé, probablemente faltan unas semanas, ¿Por?—Contestó el pelinegro.

—¿Nos seguiremos viendo?— Preguntó el mayor.

--Tengo miedo a que no, sabes que mis padres son algo distintos...—Habló con nostalgia

—Está bien pero puedes hacerlo en secreto, aunque sea poco tiempo. No creo que algo pueda salir mal.

Que equivocado estaba con la idea.

—Suena raro lo que dices pero también sonará raro lo que yo diré.—Soltó con pesadez el pequeño Romer.

—Si no me dices que es no te podré decir si es raro o no.—Le contestó al menor.

—Está bien. No sé ni cómo ni cuándo te tomé un poco de cariño que ahora tengo un ligero miedo a que algo o alguien pueda hacer que nuestra amistad termine. Si lo sé, es ridículo pero.—A sus palabras lo interrumpió la voz del castaño.

—No es raro. Tampoco es ridículo. Y yo también te tomé un poco de cariño y supongo que es normal. No te preocupes por el que nos pueden separar, todavía no pasa y mientras no pase tenemos que disfrutar el momento ¿Está bien?—El menor asintió y abrazó al castaño el cuál estaba en una montaña rusa de emociones.

El lugar se apoderó de un cálido silencio. Ambos habían creado un lazo muy fuerte en tan pocos días. Como si estuviesen hechos el uno para el otro, dispuestos a cuidarse mutuamente, eran la amistad perfecta. Estaban lo suficientemente dispuestos a afrontar los riesgos, afrontar a las personas que se encargan de juzgar lo contrario a sus ideas, estaban dispuestos a estar el uno para el otro. Pero siempre juntos... Al menos eso creían.

Los hermanos perdidos habían regresado a casa enojados y con hambre

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Los hermanos perdidos habían regresado a casa enojados y con hambre. En su intento fallido para encontrar a Romer habían perdido tiempo y habían terminado con el cuerpo adolorido.

—Te dije que no lo encontraríamos.—Habló Carlos.— Estoy cansado, necesito dormir o comer. Cualquiera de las dos opciones es buena.

—Mañana va a salir, lo seguiremos y lo encontraremos.—Dijo Mark

—No cuentes conmigo, idiota. Primero no me alimentas ¿Todavía quieres que te vuelva a acompañar?—Le contestó al mayor.—No voy si no me das comida. Sin comida no hay trato.

—Primero. Respétame, soy mayor. Segundo. Te daré la comida que quieres, maldito desesperado. Pero vas a ayudarme si o si.—Le dijo casi exigiendo.

—Aparte de controlador. Exigente.—Le contestó al mayor y se dispuso a irse a su habitación.

—¡Respeta a tus mayores!—Le gritó a lo que el menor le respondió con el dedo de en medio.

—¡También te amo anciano!—Le gritó desde las escaleras a Mark.

Mark estaba tan desesperado por saber que hacía su hermano en el pueblo. Con la desesperación no podía hacer nada que ayudara a saber algo de lo que Romer hacia pero seguía dispuesto a averiguarlo y arrastrar a su hermano menor en eso en vez de esperar a que Romer lo hiciera por sí mismo. Pero a la gente le gustan las decisiones difíciles... Gustos son gustos.

Amor de otoño.  [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora