Capítulo 13

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El infierno era oscuro y ardiente, como la llama de un fuego abrasador que lo incineraba todo. Picos escarpados a lo lejos y una planicie extensa como la de un desierto. Y sobre él un cielo rojo con nubarrones oscuros que lo bordeaban.

Volver ahí era amargo. Chanyeol se fue hace muchos años buscando un poco de felicidad, algo que le hiciera sentir vivo. Y, aunque solía regresar paulatinamente, siempre se sentía de la misma forma. Como si hubiese sido capturado nuevamente por la ira de Dios para ser enviado a ese lugar.

Caminó sobre la tierra árida entre los árboles secos. Aunque el paisaje siempre le pareció deprimente, pero debía admitir que tenía cierta belleza apocalíptica. Esa era su casa, aunque la odiara, y sería el lugar que, junto la tierra, lo acogería por toda la eternidad, hasta el final de los tiempos.

Aunque tenía una esposa, producto de una borrachera y de un terrible error de juicio, ella era por completo una desconocida. Y huyendo de ese error subió a la tierra porque pensé en encontrar diversión y suplir así el vacío que sentía en el pecho. No pudo, por más años que trató de hallar a alguien…

Nada.

Hasta que conoció a un torbellino vestido de zorro. Ardiente. Sensual. Desastroso. Jovial. Con fachada de inocencia pura. Un completo mentiroso. Pero para Chanyeol no podría ser mejor así. No quería un ángel que le recordara lo malvado que era él, sino un demonio que se mezclara con su propia maldad. Empero, lo que ocultaba Baekhyun, Chanyeol sabía que lo destruiría de una u otra forma.

Largó una profunda respiración.
Pensó que Baekhyun, después de todo, no se mezclaba bien con el ambiente del infierno. No le gustaría el lugar ni tampoco sería feliz ahí. No podría nunca llevarlo a ese lugar, pensó, ni tampoco el zorro viviría para siempre.

Pero quizás en la tierra…

Sí, ahí tal vez sí.

—Señor —llamó la voz de un demonio—, sígame.

Relamiéndose lo labios, Chanyeol siguió al hombre hasta el centro del infierno donde un robusto roble quemado aguardaba. Ahí estaban atados los hombres que intentaron hacerse del infierno. Chanyeol no los reconoció, pero era entendible considerando el tiempo que llevaba fuera.

—Entonces —empezó diciendo—, ustedes fueron los que olvidaron a quién le deben lealtad.

Los hombres temblaron ante el tono de su voz. Sus ojos reflejaban miedo, pero también un odio profundo que reverberaba en sus pechos.

—No te debo lealtad —le gruñó uno, un joven cuyo rostro tenía una larga cicatriz, desde la oreja derecha hasta la comisura de los labios—. Abandonaste todo aquí…, dejaste que ellos nos cazaran y asesinaran.

—Yo no soy su protector.
—Somos tu raza —masculló nuevamente.

Chanyeol rodó los ojos antes de repasar la vista por los rostros asustadizos de los demás presos. Todos eran jóvenes y rebeldes, demasiado tontos como para seguir órdenes, y demasiado confiados en sus habilidades como para reparar en sus limitaciones.

—Eres una mierda como rey —soltó un muchacho que a pesar del miedo tenía la confianza para hablarle en ese tono—. Por eso vas a morir.

El Diablo enarcó la ceja y le prestó atención.

—¿Es una amenaza?

—Una advertencia. Suho fue el que atacó…, traje a su gente y mató a los nuestros aprovechando tu ausencia. —El hombre largó una carcajada grotesca—. Él va por ti…, lo ha estado planeando por años, y ni siquiera lo has notado.

El Sirviente del Diablo (Chanbaek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora