Capítulo 23.

174 17 1
                                    

Mis ojos no se perdían detalle de cómo Bryce destrozaba la cara del chico mientras este ya había dejado de defenderse. Austin no tardó en llegar a mi lado y empujó con fuerza al chico que me sujetaba los tobillos. Le estampó con fuerza contra el suelo y empezó a darle patada tras patada.

¡No te quedes quieta mirándoles!, ¡actúa!

Tenía que olvidarme del miedo. Me tocaba hacerles sufrir.

Doblé mi cuerpo y elevé mis pies para empujar al que me retenía las muñecas. Cayó de culo al suelo y yo me incorporé dando una voltereta en el suelo hacia atrás. Me subí la ropa interior y el pantalón pero no me puse la sudadera, estaba destrozada.

—¡Sal de aquí Addison! —gritó Austin, corriendo a pegar a otro chico.

—Ni de coña —contesté.

Lo lógico es que estuviera asustada y huyera, era lo que habría hecho cualquiera, pero yo no era cualquiera, no iba a permitir que se quedaran sin un castigo después de lo que habían hecho. Si iba a tener traumas con esto, los tendría después de hacerles pagar.

Agarré a uno de los chicos por la camiseta y le empujé contra la pared. Antes de que pudiera defenderse le di un puñetazo en la cara y otro en el estómago, sin embargo, no paré de golpearle hasta que mis manos empezaron a mancharse de sangre. Su sangre.

Lo estaba disfrutando. Me gustaba verles sufrir.

Le tiré al suelo y di un salto sobre su cara, rompiéndole la nariz al caer. Él soltaba pequeños quejidos de dolor, sin fuerzas para poder gritar. Aproveché su debilidad para coger una de las pesas rusas que había cerca y lanzarla con fuerza sobre sus testículos. Se retorció y dejó escapar todo el aire que le quedaba, desmayándose de dolor.

Me giré para ir a por el resto, pero todos estaban tirados en el suelo. Bryce y Austin estaban agitados mirando los cuerpos; se habían desquitado con ellos. Conté el número de chicos: ocho. Fruncí el ceño, estaba segura de que había nueve. Al dar un paso en dirección a los chicos alguien me agarró de los brazos y me pegó contra su cuerpo.

—Que nadie se mueva —advirtió la voz masculina—, un paso más y no dudo en romperla el brazo.

Austin y Bryce, quienes también se habían acercado a mí, pararon en seco.

—Menudo cobarde, ¿tenías miedo y te has escondido? —preguntó Bryce, apretando los puños.

—He sido listo, que es diferente.

—No tienes nada que hacer, suéltala y acabemos ya con esto —ordenó Austin.

—¿Y que me deis de hostias? No lo creo —no le veía la cara, pero estaba segura de que estaba sonriendo como un demente—. Voy a salir por esa puerta y ella va a venir conmigo hasta que esté a salvo, si lo impedís puede que yo me lleve una paliza, pero la chica tampoco saldrá ilesa.

—Eres mucho músculo y poco hombre.

—Soy un hombre de negocios —me agarró con más fuerza—, y esta zorra es mi moneda de intercambio.

¿Yo una moneda? Valía mucho más de lo que él pudiera poseer.

—Esta zorra es lo peor que te podría haber pasado —siseé.

Eché con fuerza la cabeza hacia atrás dándole un golpe seco en la cara. Su agarre se aflojó y pude ingeniármelas para alejarme de él. Noté que alguien volvía a tirar de mí, pero al darme cuenta de que se trataba de Austin no me resistí. Bryce no tardó en estar montado sobre el chico para darle puñetazos en la cara, al igual que había hecho antes con el otro.

Resiliente [Trilogía Ramé #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora