Capítulo 13.

198 22 2
                                    

—¿Qué es eso? —apretó la mandíbula.

—¿Eh?

—¿Cómo te lo has hecho?

—¿El qué? —me hice la loca, pero sabía que se refería a mis heridas.

—No te hagas la tonta conmigo, no te va a funcionar.

—Pues no intentes ir de bueno conmigo, que tampoco te va a funcionar.

—Dime cómo te las has hecho —se acercó y pude ver que tenía todos los músculos de su cuerpo tensos.

—Ya me las viste el otro día, no sé por qué me preguntas esto ahora.

—Lo del otro día podía pasar por un gato enfadado, esto no.

—Mira Zack —intenté sacar paciencia de algún lado—, tú metete en tus asuntos y a mí déjame en paz.

Mi comentario no pareció hacerle mucha gracia, es más, parecía haberle enfadado, y mucho, pero tan rápido como había llegado la ira, se le iluminó la cara.

—Pues qué guardaespaldas más bueno que tienes si permite que te pase esto.

—Esto es de antes de haberle conocido.

—¿O sea que no lo sabe?

—Las de los brazos no.

Mierda, mierda, mierda. Con razón había sonreído.

Mira que eres idiota.

—¿Y si se lo cuento?

—¿Y si te reviento?

—Me muero por ver como lo intentas —elevó una comisura de sus labios.

—Te odio —nunca había dicho una verdad tan grande como esa.

—No me importa. Dímelo.

—Que te jodan.

—Tienes tres segundos. Uno…

—No.

—Dos…

Que se lo cuente si quiere, total, ¿qué puede hacerme Jefferson?

Pues dejar de ser guay y no separarse de ti.

No, eso sí que no.

—Tres. Se acabó…

—Me caí —le interrumpí. Me miró demostrándome que no me creía—. Contra un espejo.

—Te caíste —repitió muy despacio.

—Sí.

—¿Te piensas que soy tonto?

—Creo que no te gustaría oír la respuesta.

—Que queden muy claras dos cosas —se acercó a mí hasta el punto en el que nuestras respiraciones se mezclaron—. A mí no me intentes engañar porque no lo vas a conseguir, y da por hecho que voy a averiguar qué te ha pasado.

Sabía que no me estaba mintiendo. No me hacía falta conocerle para saberlo, podía ver la determinación en sus ojos.
Intenté mantener la compostura pero su cercanía me debilitaba y eso no me gustaba en absoluto. No sabría explicar las sensaciones que me provocaba, pero me hacía flojear y tenía que evitar eso a toda costa, no podía permitir que derribaran mi coraza.

Alcé el mentón para intentar estar a su altura. Era alta, pero igualmente me sacaba unos centímetros. Quise darme la vuelta al ver que no decía nada, pero su mano agarró mi brazo, con cuidado, y me detuvo.

—¿A dónde vas?

—¿A dónde voy a ir si estoy yendo a mi cuarto?

—Primero desayuna.

Resiliente [Trilogía Ramé #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora